En un contexto mundial en el cual la falta de posibilidades para conseguir trabajo se ha convertido en un mal endémico incluso en las naciones más desarrolladas, resulta paradójicamente inquietante leer algunas noticias que dan cuenta, al fin y al cabo, de ciertas alternativas laborales.
En Libia, por ejemplo, el régimen de Muammar Khadafi sigue masacrando civiles, convencido de que tal es el precio a pagar por mantenerse en el poder algún tiempo más. Y para acallar a quienes reclaman mejores condiciones de vida, decidió abrir una nueva fuente de empleo: para no quedarse corto con la tropa, inició una campaña de alistamiento cuyo foco fue puesto en los inmigrantes africanos, tanto o más desfavorecidos que sus hermanos libios, pero más ajenos que ellos a eventuales pruritos patrióticos.
"Iban buscando inmigrantes negros, y muchos aceptaron porque la paga ofrecida era alta: 500 dólares al día", relató un hombre nacido en Ghana, que cuando había trabajo en Trípoli vivía como obrero de la construcción. "No sé cuántos se alistaron, pero fueron muchos. Les hacían una prueba para comprobar que sabían usar armas de fuego y los mandaban a combatir a los rebeldes de Bengasi."
Un somalí que hasta no hace mucho también trabajaba en la construcción en la capital libia, dijo que entre sus compatriotas el dinero ofrecido para combatir a los rebeldes había sido mayor, hasta 800 dólares diarios. "Es que nosotros tenemos experiencia, sabemos luchar mejor", explicó.
La acotación tiene su razón de ser, porque el ofrecimiento laboral suponía cumplir con alguna calificación básica: era necesario saber disparar, por ejemplo. Y estar dispuesto a hacerlo tomando a los rebeldes como blanco.
En el mismo diario electrónico, otra noticia: El narcotráfico seduce a las indígenas mexicanas, dice el título. La nota explica que las jornaleras ganan la mitad que los hombres, que ya de por sí reciben poco y nada, por lo cual el campo ya no es una alternativa laboral para ellas. En cambio, sí lo es trabajar para quienes se vinculan con el crimen organizado. No nos apuremos a condenarlas: después de todo, no es menos crimen la exclusión y la miseria que las empuja a buscar alternativas para sobrevivir.
Dice el artículo que en las zonas indígenas de México sobreviven seis millones de mujeres en medio del analfabetismo, la falta de salud, la desnutrición propia y la de sus hijos, la discriminación, la explotación y el abandono. Las que tienen suerte reciben 30 dólares semanales, que les pagan por realizar labores rurales en jornadas de hasta 12 horas. "Por eso aumenta el número de mujeres del sector rural que pasan a engrosar las filas del narcotráfico, porque la droga es mejor negocio que el maíz", denuncia la Central de Organizaciones Campesinas y Populares.
Indígenas mexicanas narcos. Inmigrantes africanos metidos a mercenarios. Por no hablar de las legiones de niños, niñas y mujeres que en tantos lugares del mundo venden sus cuerpos por monedas o un plato de comida. Alternativas de trabajo no faltan, evidentemente. El que no trabaja es porque no quiere.
miércoles, marzo 09, 2011
Bolsa de trabajo
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1 comentario:
En el fondo tengo claro que una de las razones que me movieron a escribir esta entrada es el hecho, más o menos confeso, de saber que de un tiempo a esta parte también yo me vengo prostituyendo, vendiendo mi tiempo a cambio de unos pesos, siendo que no me agrada lo que hago.
Por supuesto, mi actividad (hablo de aquella que más horas diarias me insume, la que me permite mantener cierto estatus económico) es éticamente menos cuestionable que la de un mercenario. Aunque no estoy tan seguro si tengo que hacer la comparación con el narcotráfico, que al fin y al cabo lo que hacen algunos medios de incomunicación también tiene sus efectos narcóticos.
Algo así.
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