viernes, marzo 04, 2011

Matemáticas

"Contar los días con los dedos y encontrar las manos llenas", leo una y otra vez en la contratapa del libro, y ni siquiera importa cuál libro, pues lo que vale aquí es la frase en sí misma.

En mi intento por encontrarle más coherencia al asunto, desde hace un rato largo vengo repitiendo el simple gesto descripto con mi propia mano, primero cerrada, y luego haciendo la cuenta con los dedos, uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hasta que la mano queda abierta, y entonces miro, cierro, y recomienzo: uno, dos, tres...

¿Son días los que estoy contando? Realmente no lo sé. Simplemente cuento. ¿Y qué encuentro tras haber contado? La palma de mi mano. ¿Llena?... ¿Vacía?... Tampoco lo sé, porque desconozco qué es lo que estoy buscando. Podría ser que estuviese llena de incertidumbres, o vacía de certezas, o al revés, y esto sólo por poner un ejemplo, porque seguramente lo que estoy contando son en realidad otras cosas, es raro esto de que se pueda contar sin saber qué se cuenta, aquí, en esta mano ora abierta, ora cerrada, ora contando, parecen de repente unirse el álgebra y la poesía.

A menudo me parece que la mano está vacía. Cuento y no aparece nada en ella. La mano se me hace llena de vacío, llena de preguntas, vacía de respuestas. Sé que no es así, que en realidad hay allí muchas cosas. Pero el saber y el sentir a veces no se llevan todo lo bien que deberían. Entonces me pregunto si acaso se puede ser tan imbécil, tan inútil, tan estúpido. Y enseguida me corrijo, porque en realidad la pregunta es esta otra: ¿Cómo se puede ser tan estúpido?

En mi defensa diré que esta última pregunta tiene un doble sentido, porque puede entenderse como un "ser tan estúpido para haber estado viviendo todos estos días para contarlos luego y encontrar la mano vacía, por no haber quedado allí nada"; pero también podría significar "tan estúpido como para haber vivido todos estos días, contarlos, luego mirar la palma y no lograr ver nada; es decir no lograr ver todo lo mucho que en realidad hay allí".

Podría pensarse que la conclusión es penosa, pues tanto sea una u otra la opción que se elija seguiré siendo estúpido. Pero la diferencia es menos sutil de lo que parece, por aquello de que lo esencial no siempre puede ser aprehendido por los ojos. Y una cosa es no ver por no haber y otra no ver porque los ojos no han aprendido. De aquí que uno tenga la obligación de aprender a ver siempre un poco más. Especialmente allí donde a veces parece haber poco y nada.

Escribo esto último y de pronto vienen a mi mente las famosas sombras chinas, ese extraño arte milenario que al decir de Roman Gubern en realidad se originó en la isla de Java, en el cual las manos, que nada tienen, demuestran que sin embargo tienen tanto por decir.

Vuelvo a mirar mis manos. Veo que han cambiado, y han cambiado mucho a lo largo del tiempo. Pero siguen siendo mis manos, por extraño que parezca. Me pregunto entonces, una vez más, qué tan vacías están. O qué tan llenas. Me gustaría saberlo, sinceramente, para no sentirme tan triste en estos días en que me da por contar, sólo para terminar notando que las cuentas no me dan claras.


4 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

Hace un rato soñé algo que mucho tiene que ver con esto que escribí en el blog ayer. Yo contaba con mis dedos, y al tener la mano abierta estaba inusualmente llena. Llena de agua, aunque también podría haber sido arena. Luego, alguien me indicaba que debía marchar y dirigirme a un lugar, en la otra punta del mundo. Al llegar, sería juzgado por aquello que hubiese quedado para entonces en mi mano.

Entonces me desperté.

Miranda Dasso dijo...

Tal vez estés contando porque estás esperando que ese algo que está en tu mano se revelé. Los humanos no somos capaces de de ver lo que no conocemos. En biología se llama "imagen de búsqueda" solo lo que ya está aprehendido puede ser realmente visto. Si hubiera un barco en el horizonte, pero nosotros nunca hubiéramos visto ni escuchado nada sobre un barco no lo veríamos. Pero si alguien nos indica que, cercano al horizonte, hay un barco, que es un medio de transporte, que es grande hecho de metal y que la gente, y las pertenencias de esa gente, viajan sobre él, podremos ver, primero sombras, luego una imagen más nítida y será nuestro primer recuerdo de una barco. Ya no podremos dejar de verlos porque tendremos una imagen a la cuál abstraernos que nos diga: sí eso es un barco. Tal vez tengas algo en la mano, pero todavía no aprehendiste a verlo porque no sabés lo que es, alguien debería tal vez señalartelo y decirte que es para que lo veas. También es probable que no lo veas porque es algo nuevo en el mundo, creado únicamente por vos y así, tal vez, nunca nadie lo pueda ver. No es estupido el que no sabe, si no el que no quiere saber.

Germán A. Serain dijo...

Ah, muchas gracias.

Interesante e inteligente tu comentario.

Amiga de Josefina, ¿verdad?

Miranda Dasso dijo...

Acertaste.