El Libro de los consejos en realidad no existe. Jamás ha sido escrito, y por lo tanto mucho menos ha sido jamás editado. Y si nos atrevemos a ponerlo así, en blanco sobre negro y de un modo tan tajante, es porque su propio autor de tal modo lo ha revelado.
Pero aquí nos enfrentamos al primer dilema: ¿puede hablarse de un autor en un caso como el que nos ocupa? ¿Puede ser alguien autor de algo que no se ha llegado a escribir?
El segundo dilema es que nos atrevamos nosotros a poner en duda la palabra del autor en cuestión, el de ese libro que según él nunca ha sido. Y aunque es verdad que lo hacemos un poco con la rebeldía de quien pretende divertirse contradiciendo la evidencia, no menos cierto es que la evidencia tantas veces ha sido refutada como falsa. Además, el propio José no ha sido ajeno a esta clase de actitudes.
Pero vamos a los hechos: tenemos un título, un autor, podemos dar cuenta de dos o tres citas textuales... ¿Qué más se necesita para que tengamos un libro de pleno derecho? El mismo autor de este libro, que según él no es, ha mencionado en las páginas de otra obra suya el concepto de quien temerariamente sugirió que un libro, para ser tal, debiera poder sostenerse apoyado de canto. ¿Habrá de ser realmente semejante detalle algo crucial? Pues en caso de que lo fuera, arreglemos la cuestión añadiendo la cantidad necesaria de páginas en blanco hasta lograr ese volumen. ¿Quién ha dicho que todas las hojas de un libro deban necesariamente estar llenas de palabras o de imágenes?
Luego, como perdidas o encontradas en medio de todas esas páginas en blanco, metáforas de la vida misma o invitaciones a que cada lector complete con sus propios pensamientos una obra claramente abierta, irían los consejos en cuestión, de los cuales podemos dejar constancia, según ya hemos dicho, de por lo menos tres.
"Mientras no alcances la verdad no podrás corregirla.
Pero si no la corriges no la alcanzarás.
Mientras tanto no te resignes.""Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara."
"Déjate llevar por el niño que fuiste."
Sinceramente, ¿se necesita algo más para tener un libro? ¿Serán necesarias más palabras, acaso sólo de relleno, para justificar el valor de lo que ya ha sido dicho en tan pocas?
3 comentarios:
"Déjate llevar por el niño que fuiste."
Este fue el consejo que me llevó a escribir esta entrada en mi blog.
Necesito reencontrarme con ese niño que fui, para que me explique tantas cosas, y ese solo consejo justificaría entonces el referido libro.
Para hacer justicia, dejo aquí la referencia a estos otros libros inexistentes de José Sousa de Saramago, con sus respectivas citas:
«Siempre llegamos al sitio donde nos esperan» (Libro de los itinerarios)
«Aullemos, dijo el perro.» (Libro de las voces, citado en Ensayo sobre la lucidez)
«El caos es un orden por descifrar» (Libro de los contrarios, citado en El hombre duplicado
«Sabremos cada vez menos qué es un ser humano» (Libro de las previsiones, citado en Las intermitencias de la muerte)
«Conoces el nombre que te dieron, no conoces el nombre que tienes» (Libro de las evidencias, citado en Todos los nombres)
Cita al margen: El video que ilustra la entrada, que muestra a un Saramago animado y de pocas palabras, fue musicalizado por Emilio Aragón. Si no me equivoco, el mismo Emilio Aragón que hace tantos años, cuando yo era apenas un chiquillo, me divertía haciendo de payaso junto a su padre, a quien por entonces yo conocía sólo por su nombre artístico de Miliki.
Evidentemente la vida tiene sus vueltas, y cada tanto una de estas vueltas nos lleva a reencontrarnos con nuestro pasado.
Será verdad, será mentira, pero alguien asegura, en una de las referencias que integran los Cuadernos de Lanzarote, haber visto a un ciego mendigar con un cartel al cuello en el cual podía leerse uno de los consejos de este libro inexistente de Saramago, a saber, ese que pregona: "Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara."
Verdad o mentira, vale la pena dejarlo anotado. ¿Seremos realmente capaces de mirar, ver, reparar?...
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