martes, noviembre 20, 2012

El juego de la vida

Alguien es testigo del momento en que un pequeño, bajando del colectivo, le explica a su papá:

-El juego ese me gusta porque te permite hacer cosas que en la vida real no podés. Por ejemplo, si perdés tenés otra vida.

Me digo que no, que definitivamente no se trata de una idea tan sencilla e ingenua como parece. Saber que en la vida todo Game Over es definitivo ya es de por sí un concepto demasiado grande para ser abordado por un chico. Y también por un adulto, vamos a ser sinceros. Por añadidura la vida es un juego injusto, en el sentido de que ni siquiera nos han explicado cuáles son las reglas que la rigen. Debemos aprender sobre la marcha y hacernos cargo de nuestros errores sin derecho al pataleo. En lo que a mí respecta, para el caso de que Dios exista, tengo mis reparos en cuanto a que haya sido un Creador particularmente justo con nosotros, sus pobres y mortales creaturas. Ya lo sé, se me dirá que desde mi perspectiva humana no estoy en condiciones de juzgar las actitudes del Creador, y reconozco que en cierto sentido ello puede ser cierto. Pero el Creador no está aquí, en mis zapatos: quien está condenado a ser víctima del tiempo soy yo, el rebelde, el que exige al menos este derecho al pataleo.


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