domingo, diciembre 09, 2012

Finalmente la vida de tus hijos también podría llegar a depender de que decidas atender o no ese llamado equivocado, y lo mismo pasa siempre con todas las cosas.

Pero no te rías, que es serio esto que te digo, y si no pensalo un poco. En el fondo todos nosotros somos el resultado de una serie de casualidades y coincidencias, de encuentros y andá a saber también de qué clase de desencuentros; y lo más jodido con estos últimos es que de ellos no sabemos nada, precisamente porque son cosas que jamás tuvieron lugar. Pero esas eventualidades que no fueron también podrían haberse dado, y entonces hoy las cosas por ahí serían completamente distintas de como las conocemos. Sí, claro, vos llamalo destino, si querés. Yo prefiero llamarlo puta suerte. Pensá en tus padres, por ejemplo, en cómo se conocieron. A ellos los presentó Ramiro, ¿no es verdad? Bueno, ahí tenés, sin ir más lejos. Ponele que aquella vez, cuando tu mamá y Ramiro se pelearon, que tu tío siempre lo cuenta, en lugar de encontrarse después en aquel bar de pura casualidad, que gracias a eso volvieron a frecuentarse, no se hubiesen vuelto a hablar... Ella nunca hubiese conocido a tu papá, y vos jamás hubieses existido. Pero en aquella ocasión, cuando Ramiro y tu vieja decidieron hablarse otra vez, en lugar de darse vuelta la cara, ¿vos creés que alguno de ellos pensó que de esa simple decisión dependía tu vida y la de tus hermanos, y también la de tus hijos y los hijos de tus hijos? ¿Te das cuenta lo que te digo? Uno toma decisiones en apariencia inocentes, inconsecuentes, a cada segundo, seguro de que no pasa nada, de que tal vez haya que detenerse a pensar veinte veces antes de cambiar el auto, o de renunciar a un trabajo, pero no piensa con la misma prudencia todas las cosas. Y sin embargo de pronto son esas otras decisiones, precisamente, las más simples, esas sobre las cuales uno no se detiene a reflexionar demasiado porque en apariencia no cambian nada, me tomo cinco minutos más para otro cafecito o pago y me voy ya mismo de este bar, las que pueden torcer el destino para siempre. ¿Saliste de tu casa diez minutos después de lo previsto y ahora estás a las puteadas porque llegás tarde a tu cita? ¿Y cómo podés saber si acaso, de haber salido a horario, no te hubiese atropellado aquel camión cuyo conductor cruzó el semáforo en rojo porque iba distraído mirando justo a aquella chica de pollera breve que pasaba caminando por allí? Claro, hubiese bastado con que esa chica hubiese decidido caminar por otra calle, o salir cinco minutos más tarde de su casa, o que el conductor de aquel camión tomara por otro rumbo, para que vos no te murieses. O que vos te retrasaras buscando esas llaves de mierda que Patricia dejó tiradas en cualquier parte, que fue precisamente lo que ocurrió. Y claro, vos te enojaste con Patricia, porque te hizo perder ese valioso tiempo, pero ni te detuviste a pensar que acaso ese simple gesto, ese olvido menor, fue lo que te salvó la vida. A vos y a tus hijos, claro, esos que todavía no tuviste, pero que si se da una cierta serie de casualidades... Bueno, creo que ya me entendiste. La teoría de la mariposa, claro. Como que el aleteo de una mariposa en una isla del Pacífico, ponele, pueda generar un tifón en algún otro rincón del mundo, y ya ves que es cierto. No podés matar siquiera una mariposa sin correr el riesgo de que con eso no cambie el mundo entero. Y ya sé que vos no sos de andar matando mariposas, pero seguramente lo mismo vale para los mosquitos o las cucarachas. No podemos hacernos cargo de semejante responsabilidad, me parece. Pero al menos sí podemos ser conscientes de lo que pasa. Al final de cuentas tenía razón Albert Einstein cuando decía que Dios es un perverso que juega a los dados con nuestros destinos. Bueno, no sé si fue exactamente así. Lo de que Dios es un perverso ponelo en mi cuenta, si querés; pero creo que Einstein sí dijo lo de los dados. Y ya ves, en cualquier caso eso del libre albedrío en cierto modo también es una gran farsa. Porque podés elegir qué hacer y qué no hacer, claro; pero decidas lo que decidas nunca vas a poder estar seguro de qué consecuencias tendrán tus actos. Capaz vos decidís llevar adelante o no determinado asunto, pensando que de ese modo estás haciendo las cosas bien, y precisamente porque actuaste justo de esa manera metés la pata y todo sale para el mismísimo carajo. Y sí, por supuesto, capaz que al revés también pasa, no hay manera de estar seguros. Por eso digo que todo este asunto tiene bastante de perverso. Pero bueno, ahora te dejo, me quiero ir ya para mi casa. ¿Sabés qué pasa? Tengo una sensación... Ponele que es nada más un presentimiento. Pero tengo la idea de que un día cualquiera de estos va a sonar el teléfono en casa, un llamado equivocado... y así la voy a conocer a ella, a la futura madre de mis hijos. No te rías, pelotudo, que no es joda. Imaginate lo que pasaría si esa casualidad justo llega a darse en el momento en el que yo no estoy en casa para atender. ¿Te das cuenta?.. Finalmente la vida de mis hijos depende de que yo atienda ese llamado equivocado.

1 comentario:

Fiorella Romina Boattini dijo...


Dicen que el destino no depende más que de una decisión que tomes. A esta altura del partido no podemos hacernos responsables de lo que no depende uno, por lo que aquello que provoque al aleteo de una mariposa, o no, no es algo que realmente no debería preocuparnos demasiado. Según mi forma de verlo, todas las decisiones que uno tome deben de ser conscientes de que luego no existirá el arrepentimiento, porque decime vos ... ¿De que sirve arrepentirse de lo que uno hace o deja de hacer? En el momento de decidir, ya sea si agarrar un vaso blanco o uno azul, como el de dejarse enamorar o darse media vuelta e irse, uno debe estar de acuerdo con las consecuencias mas insospechadas. No generar demasiadas expectativas de lo que pueda provocar o no, aquello que estamos eligiendo.
La vida me enseño que los sueños son un motor para cuando estamos despiertos, pero que al igual que cuando dormimos, ellos se esfumaran en el mas impensado segundo. A mi corta edad, he visto muchos sueños escurrirse por la cornisa, he visto muchas lagrimas borrar sonrisas, y miles de silencios aturdir al más de sordos de los sordos. Con el pasar de los días, la vida se torna de diferentes colores. Solo es cuestión de tomar la paleta, hacernos dueños del pincel, y hacer arte con lo que nos toca vivir.