viernes, marzo 29, 2013

Adiós, García Ferré

Hubo una época en que los malos no eran tan malos. El Profesor Neurus y la Bruja Cachavacha, por ejemplo, no eran capaces de asustarnos. Eran las épocas de la leche chocolatada a las cinco de la tarde, la tarea escolar y jugar en los recreos a policías y ladrones. Hoy las cosas han cambiado. Sentimos pena por Neurus y Cachavacha, pues con la partida de Manuel García Ferré han quedado huérfanos. Pero además uno comprende que hoy los malos son malos en serio. Mucho más malos, peligrosos y reales que los de antaño. Y al hablar de policías y ladrones ya no estamos seguros de cómo se repartan las cosas, a la hora de saber quiénes son los buenos y quiénes los otros.

Imagino que entonces vos, como yo y tantos otros, jugábamos a veces a estar del lado de los supuestos malos. Esos que no eran tan malos, como Neurus, como Cachavacha. Malos de mentira, podríamos decir. Todavía no sabíamos lo que significaba ser bueno o malo de verdad. Si lo cierto es que, todavía hoy, por momentos, lo dudamos...

Reconozco que en la última línea del párrafo anterior asumo en definitiva mi propia ambigüedad. Es que aquella ambigüedad de nuestra infancia, lo mismo que ésta de nuestro ahora, real, actual y concreta, no es perversa, como sí parece serlo la de nuestros enemigos, también ellos reales, actuales y concretos. ¿Cómo defenderse de esta perversión? Sea la de guante blanco, tanto como la del sádico formado en una universidad, como la del guacho villero. No tengo respuestas. Pero me prometo volver a leer a Hannah Arendt, a ver si me ayudas a entender un poco mejor todo esto.


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