domingo, septiembre 22, 2013

Voces sin rostro

Ya lo hablamos, te lo dije, 
pero vos nunca me escuchás...
Ahora oigo voces en mi cabeza.
Voces que aseguran haberme dicho
cosas que yo no logro recordar.
Será tal vez que estoy volviéndome loco.
También escucho risas. Se ríen de mí.
Quiénes son los que ríen, no lo sé.
Supongo que ellos, claro está.
Todos ellos. O quizás ella.
No vale la pena que me ponga así, ya lo sé.
Si por lo menos estas voces tuviesen un nombre.
O mejor todavía: alguna clase de rostro.
Si pudiese hablar con ellas.
Si hubiese alguna manera de conversar.
Todo esto es un enorme sinsentido,
un perfecto engaño, lo entiendo.
Amor, nunca jamás exististe.
Y en cuanto a vos, poeta triste y absurdo,
no has sido más que un momento,
una piedra al costado del camino
que se toma y luego se arroja lejos
con la idea de que no regresará.
Todo es parte de un cruel juego.
Tristemente llegan tarde estas voces.
Las advertencias en general son así: tardías.
Y llegan de la mano de ángeles anónimos.

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