lunes, octubre 28, 2013

Sin título ii

Me pregunto en qué momento este blog comenzó a convertirse en una suerte de cementerio de poemas. Escribo esto y me detengo de inmediato, porque la palabra "cementerio", que surgió de manera espontánea, me parece al mismo tiempo un poco fuerte e injusta. Tal vez el término aparezca como una velada autocrítica ante esta compulsión que últimamente tengo, que me lleva a escribir poemas de desamor y ausencia. De soledad, en definitiva. De temor a la decadencia y la muerte. "Es lo que hay", me digo a mí mismo, como queriendo evitar el tema. Pero enseguida reflexiono y me digo también otra cosa: que esta profusión de poemas no tiene por qué ser vista necesariamente como una actitud negativa. Y resulta curioso, porque en realidad se me ocurren por lo menos dos maneras contrapuestas de apreciarlo. Uno podría decir, en una primera lectura, que insistir en escribir poemas de desamor es algo así como un modo de eternizar la angustia, en lugar de hacer lo posible por superarla, basta ya, cerremos este tema, clausuremos el asunto y sigamos adelante. Pero también podría verse de un modo diferente, y plantearse, por ejemplo, que al poner uno esa angustia en palabras, se está colocando ese pesar afuera de uno mismo, en lugar de confinarlo dentro. No estoy seguro de cuál de las dos versiones de la realidad se ajuste mejor a mi caso, aunque claramente la segunda es la que más me seduce. Y tal vez estas líneas marquen un quiebre respecto de aquellos poemas. O quizás no, nunca se sabe. Porque de momento las ausencias siguen siendo ausencias, los temores continúan aquí instalados... Pero la palabra intenta, al menos, realizar su mágico exorcismo. Veremos si lo logra.

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