martes, febrero 04, 2014

Prestarle atención al rumor del viento

De chico yo acostumbraba leer mucho. Era un muchachito más bien solitario, pero me gustaba leer, y pasaba largas horas abocado a dar cuenta de mis libros. Más tarde descubrí también el placer de escuchar música. En ambos casos se trataba de escuchar, supongo. Porque así como en la música uno entra en contacto directo con quien produce esos sonidos, al leer uno escucha voces, las voces de otras personas que te hablan, te hacen partícipes de sus pensamientos, te cuentan historias mágicas. Hace poco alguien me recomendó un libro de Haruki Murakami, Kafka en la orilla. Lo compré, lo leí, y resultó ser un libro revelador. Me pareció interesante entonces probar con algún otro título y compré Al sur de la frontera, al oeste del sol y Tokio Blues. Ninguno de estos dos libros llegó al nivel del primero, pero de todos modos Tokio Blues me dejó algo: "¡Arriba! ¡Comprende!", dice en un momento el narrador, para luego añadir: "Por eso estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito." De manera que así termino de comprender el porqué de este blog, de estas notas que algún día seguramente terminarán por perderse en la nada del ciberespacio, de la webosfera, del vacío informático. Pero me aportan sentido a mí que las escribo, en el momento de escribirlas, en el momento de revisarlas. Y acaso te dejen también algo a vos, que estás leyendo. El por qué estás leyendo esto, eso ya no lo puedo decir yo. Me gustaría saberlo, por supuesto. Pero vas a tener que ser vos quien encuentre la respuesta a esa pregunta. En cualquier caso, en lo que a mí respecta, así como descubro que escribo para comprender, puedo decir asimismo que he descubierto que tanto en mi infancia como ahora, tantos años después, si leo es también para comprender algunas cosas, sin duda, pero sobre todo es para sentirme acompañado por esas otras voces, para no sentirme solo.

PS: De acuerdo, convengamos esto: las revelaciones muchas veces están allí y nada más hay que estar atento para descubrirlas. Pero cuidado, que el simple hecho de estar atento puede no ser algo tan fácil de lograr como parece. Sin embargo, poniendo la suficiente atención, las revelaciones pueden estar en cualquier parte, en el discurrir del viento. Y digo esto pues, tras haber escrito lo anterior y haber retomado la lectura de Tokio Blues, encuentro esta sentencia, tan simple como verdadera: "Hazme caso. Piensa bien en esto: si querés cuidar de (el nombre del personaje femenino de la historia, que no viene aquí al caso), cúidate antes a ti mismo." ¿Una verdad de perogrullo, tal vez? Más bien una de esas verdades que están en el rumor del viento.

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