domingo, marzo 22, 2015

De iluminaciones y cegueras



Un relato que he tenido ocasión de leer por allí cuenta que antaño se utilizaban en el Japón unas lámparas hechas de papel y bambú, con una vela en su interior. Un hombre ciego, que había ido a visitar a un amigo por la noche, recibió de éste una de esas lámparas para que la llevara consigo durante el camino de vuelta a su hogar.

- “¿Para qué podría querer yo una lámpara?”, inquirió el ciego. “Oscuridad y luz son para mí la misma cosa.”
- “Sé que no necesitas una lámpara para encontrar el camino de regreso a tu casa”, replicó el amigo. "Pero es noche cerrada, y si no llevas esta lámpara, algún otro caminante podría tropezar contigo por no verte.”

El ciego, rindiéndose ante lo razonable de la respuesta de su amigo, partió entonces llevando delante de sí su lámpara encendida, pero apenas se hubo alejado un trecho, alguien lo chocó de frente.

- “¡Mira por dónde andas!”, le gritó al desconocido. “¿Es que no ves mi lámpara?”
- “Tu lámpara se ha apagado, hermano”, respondió el otro hombre.

Hasta aquí el relato. Podría haberse dado asimismo el caso de que el otro caminante también fuese ciego. Hubiese sido una bella paradoja, similar a una que tuve oportunidad de presenciar cierto día en que, tras haberse detenido en Plaza Once el colectivo en el cual viajaba, un ciego intentó ascender al transporte al mismo tiempo que otro pretendía descender por la misma puerta. Ambos se increparon mutuamente con sendos "Imbécil... animal... ¿No ve que soy ciego?"... Fue necesario que algún vidente solidario les aclarara que ese otro que los había chocado también era ciego, para que los dos desistieran de trenzarse a golpes de bastón. Lo curioso del caso es que cada uno de los protagonistas de esta anécdota daba por sentado que el otro era capaz de verlo, incluso cuando la propia realidad perceptual hubiese debido dejar cierto margen de duda razonable: "Si yo no veo, ¿no sería posible que otra persona tampoco me pueda ver a mí?" Evidentemente la mente trabaja dentro de parámetros a veces bastante estrechos. Por cierto: todos tenemos alguna clase de ceguera. Sería bueno poder reconocerla, para percibir mejor las cosas y también para comprender mejor a los demás.

No hay comentarios.: