El pensamiento crítico y la felicidad son dos dimensiones que no terminan de acomodarse una con la otra de buena manera. Su propia naturaleza lleva al ser humano a plantearse, razonablemente, una serie de preguntas, para las cuales no existe una razonable respuesta, lo cual genera una frustración inevitable. Pero el estado natural del ser humano, de su espíritu y su psicología, tiende a ser el reposo, el equilibrio. Entonces, para sobreponernos a las incertidumbres, a la falta de respuestas definitivas a las preguntas que nos imponemos, inventamos las ideologías, las religiones, y nos entregamos felices a los reduccionismos, las dicotomías, las simplificaciones y las síntesis, que lo explican todo, aunque todo sea nada.
domingo, septiembre 18, 2016
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