miércoles, septiembre 21, 2016

Ignorancia y virtud

Hoy he leído: "Un ignorante que se sabe ignorante aventaja siempre al ignorante no enterado". La sentencia me gusta. Por eso la copio, allá y aquí. Pienso, sin embargo, que el sentido de la palabra "ventaja" es relativo. Por ejemplo: en la tetralogía wagneriana, Sigfrido no es en realidad un héroe. No podría serlo, porque no conoce el miedo. Es ignorante, en este sentido. Y en su caso su ignorancia le da en cierto modo una ventaja. Pero también pienso que se trata de una ventaja ciega, inhumana, vacía de toda virtud. Hoy yo tengo la ventaja de saberme en desventaja, porque me reconozco a mí mismo ignorante, temeroso, tal vez hasta un poco miserable, en cierto punto. Pero también humano. Y así me acepto.



martes, septiembre 20, 2016

De ateísmos y creyentes

Dicen que el peor creyente,
el más vil de todos, el más falso,
es aquel que en la soledad de su silencio
sabe bien que Dios en verdad no existe,
y muy a pesar de eso insiste inmutable
en sostener su innegable presencia.
Sin embargo, resulta mucho peor,
y más peligroso y más perverso,
el pretendido ateo que conoce
que Dios en efecto existe y,
empero, con voz en cuello
se empecina en negarlo.

domingo, septiembre 18, 2016

Pensamiento crítico

El pensamiento crítico y la felicidad son dos dimensiones que no terminan de acomodarse una con la otra de buena manera. Su propia naturaleza lleva al ser humano a plantearse, razonablemente, una serie de preguntas, para las cuales no existe una razonable respuesta, lo cual genera una frustración inevitable. Pero el estado natural del ser humano, de su espíritu y su psicología, tiende a ser el reposo,  el equilibrio. Entonces, para sobreponernos a las incertidumbres, a la falta de respuestas definitivas a las preguntas que nos imponemos, inventamos las ideologías, las religiones, y nos entregamos felices a los reduccionismos, las dicotomías, las simplificaciones y las síntesis, que lo explican todo, aunque todo sea nada.

miércoles, septiembre 14, 2016

Fotografías anónimas


Alguien encuentra una fotografía, tirada al pie de un contenedor, debajo de la lluvia. Esto sucede en la calle México al 2500, en la Ciudad de Buenos Aires, un día cualquiera del mes de septiembre. Pero podría suceder en cualquier otro rincón de cualquier otra ciudad, en cualquier otro tiempo. Más tarde esa persona sube esa fotografía encontrada a Internet. Como una curiosidad. Acaso para que alguien como yo la encuentre de nuevo, y la observe con detenimiento, y escriba estas líneas. Y ahí está entonces la mirada de esta mujer, que no sabemos quién sea, o quién haya sido. La fuerza de la fotografía, que insiste en persistir, incluso más allá del anonimato y del tiempo. Debajo de la lluvia, a pesar de los descuidos que marcaron el papel, de la desaprensión que acaso llevó esta foto al pie de un contenedor de basura. ¿Quién habrá sido esta persona? ¿Qué sueños tendría en la época en la cual la fotografía fue tomada? ¿Qué estaría pensando en el momento justo de dispararse la cámara? ¿Qué habrá sido de ella? ¿Habrá alguien que la extrañe, en alguna parte? Esta fotografía, como tantas otras que aparecen perdidas o descartadas, aquí o allá, igualmente anónimas, muestran lo que muestran, pero también son al mismo tiempo un espejo de nosotros mismos. Cada fotografía que nos tomamos o nos toman está signada por el mismo destino: perderse tarde o temprano en las nieblas del tiempo como un pedazo de papel anónimo, que con un poco de suerte será encontrado algún día por alguien. Desde ese pedazo de papel, minúsculo, misterioso, miraremos en silencio a ese alguien, que nos observará y no sabrá nada acerca de nosotros.

Simplificando

Los reduccionismos, las simplificaciones extremas, siempre son confortables. Tienen la enorme ventaja de ofrecernos respuestas necesarias y comprensibles acerca de las cosas, de los demás y del lugar que ocupamos en el mundo. Por eso estamos dispuestos a creer en ellas. Nos facilitan la calma que resulta propia de la comprensión. Nos indican, de una manera sintética, clara y concisa, a través de una lógica dicotómica, qué posición debemos tomar frente a procesos naturalmente complejos. Lo que no es bueno es malo. Lo que no es blanco es negro. Estas simplificaciones tienen, sin embargo, un único problema: son falaces y nos alejan de la verdadera comprensión de la realidad. Si nos admitimos capaces de desentendernos de este pequeño detalle, podemos seguir confiándonos a ellas.

Dicho de otra manera:
La simplicidad y la complejidad son en el fondo una misma cosa.
La simplificación es lo contrario de ambas.