domingo, agosto 20, 2017

Raúl

Y mientras ahuyentaba sombras
de gentes que no estaban allí,
me decía que soñaba con
un águila de tres cabezas:
la primera lo escudriñaba,
la segunda lo hipnotizaba
y la tercera lo golpeaba
con su pico de bronce,
hasta abrirle el cráneo.
De inmediato añadió,
encogiendo sus hombros
como si fuese un misterio,
que así dicen que es la bestia
que recibe a quienes fueron
condenados al purgatorio.
Quise decirle entonces que
él no no tenía que preocuparse,
pues tal sitio no le estaba destinado,
pero sólo me salió decirle un te quiero.
Y no pude sino pensar en la fragilidad de la vida,
y no pude sino llorar ante la despedida inminente,
que así son, en definitiva, las despedidas todas.


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