martes, agosto 01, 2017

Sueño 210801 - Conversación con Dios

Anoche soñé con Dios. Iban a crucificar a Jesucristo... Y yo sufría, imaginando que no sería capaz de soportar ser involuntario testigo de su horrendo calvario. Entonces mi sueño decidió saltearse esa parte, y Jesucristo apareció en mi historia ya muerto. Pero debíamos velar el cuerpo maltrecho hasta la mañana siguiente. Una mujer, creo que era mi madre, envolvía los restos del pobre y maltratado Jesús en una manta, y lo acomodaba a los pies de la misma cama en la que yo debía dormir. Sin embargo, cuando me quedaba solo con el cuerpo (en algún momento también andaba por ahí una niña, que acaso fuese mi hija o mi hermana de pequeña), resultaba claro que Jesús no estaba muerto. De hecho, y sin que ello me sorprendiera demasiado, él se recostaba y se disponía a conversar conmigo. 

Dios hecho hombre estaba completamente desnudo y sus heridas habían desaparecido. Su rostro era joven... No se parecía para nada a como se lo representa en el cine o en las estampitas: era morocho, de tez morena, gesto manso, y tenía el pelo relativamente corto. Imaginé que perfectamente podía ser confundido con un aborigen. Entonces yo le decía, como si fuese un ruego: "Quisiera preguntarte tantas cosas..." El me invitaba a que lo hiciera, a que le planteara los interrogantes que quisiera. Yo le preguntaba entonces si en verdad había un único Dios, o si existía más de uno. El se ponía un tanto relativista: me decía que no era tan sencillo, que ambas cosas eran ciertas. Que en cierto sentido había un Dios único, pero que también había distintas encarnaciones. 

Yo sabía que mis preguntas siguientes tendrían que ver con dos cosas: por un lado deseaba develar el misterio de lo que hay después de la muerte, y por el otro indagar sobre las eventuales consecuencias de nuestras malas decisiones. Pero no llegué a plantearlas. Me desperté antes de poder formular esas preguntas. Y me quedé con la duda, en consecuencia. Tal vez la respuesta a la primera de esas dos preguntas que no llegaron a plantearse se ubique después de todo más allá de la posibilidad de un conocimiento humano. Y en cuanto a la segunda, tratándose de una cuestión vinculada todavía a la vida, puede que nosotros mismos seamos los encargados de resolverla. 

Acaso todos nosotros no seamos más que eso: preguntas. No sin solución, pero sí es probable que con respuestas muchas veces inciertas, veladas, vislumbradas apenas, de un modo para nada claro ni definitivo, sino más bien evanescente, como una manifestación que llegara apenas a insinuarse en sueños, justo antes de despertarnos.

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