viernes, marzo 01, 2019

Sueño 190228

Cincuenta pisos. Los edificios altos pueden ser fascinantes. Mentalmente calculo cuánto tardaría alcanzar el suelo una persona que cayera desde lo más alto. Cuando era chico me divertía a veces arrojando cosas al vacío desde el último piso del edificio en el cual vivía. Trece pisos. Me resultaba extraña esa sensación de libertad ante las cosas que de repente dejaban de tener el sustento de un suelo que las retuviese en su sitio, aun cuando esa libertad las condenara a la inevitable caída. El tiempo que demoraba cualquiera de esos objetos en tocar el suelo, desde el piso trece en caída libre, incluso duplicado, sería menor a la mitad del tiempo que llevaría la caída desde un piso cincuenta.

Llamé el ascensor, para descender hasta la planta baja y retirarme de ese edificio. Desde que tengo memoria sueño con ascensores, que por lo general no se comportan como deberían, o al menos no de la manera en que uno esperaría que lo hagan. El de este sueño tardó bastante en venir. O acaso sucedió que debí llamarlo varias veces, porque llegaba mientras yo estaba distraído, y de inmediato se iba a otro piso, seguramente llamado por alguien más. Focalicé mi atención. Y esta vez, cuando el ascensor llegó, abrí la puerta.

El interior de la cabina tenía el aspecto de un pequeño patio. El piso, ligeramente inclinado hacia afuera, me dio la sensación de una losa que estuviese a punto de desprenderse. Lo único que daba la pauta de que se trataba auténticamente de un ascensor era la botonera, que aguardaba que yo oprimiese el botón con el número cero. Lo hice, pero sin soltar el picaporte de la puerta que había cerrado tras de mí. Tenía la sensación de que si ese piso se desprendía, al menos tendría algo de lo cual asirme. Comprendí que mi impulso no tenía sentido, si pretendía que el ascensor se pusiera en marcha, de manera que solté el picaporte y de inmediato se cerró una segunda puerta, deslizándose de derecha a izquierda. El ascensor comenzó a moverse y yo tuve la sensación de estar cayendo de espaldas. "Probablemente se deba a la inclinación del piso", me dije. Y me dejé estar, buscando algo de alivio en la idea de que cada vez estaba más cerca de llegar a la planta baja.

En ese momento hice un movimiento descuidado, que derivó en que el ascensor se desplazara y golpeara contra una de las guías, para luego detenerse. A juzgar por el aspecto descuidado de las chapas, completamente oxidadas y repletas de graffitis, ese ascensor no había recibido mantenimiento en muchos años. Pensé que las atracciones de un parque de diversiones abandonado podrían tener un aspecto bastante parecido, además de ser igualmente peligrosas. Volví a oprimir la tecla del cero, rogando que funcionara, y luego me quedé muy quieto, para evitar más percances.

Finalmente llegué a la planta baja. Pero la puerta, en lugar de abrirse delante de mí, se abrió varios metros más allá, en el otro extremo del ascensor. Con mucha dificultad, porque el piso en forma de cuña y repleto de cosas dificultaba mi desplazamiento, intenté llegar, temiendo que en cualquier momento alguna persona llamase el ascensor, con lo cual yo volvería a subir quién sabe hasta dónde y con qué dudoso destino. Alcancé a poner el pie contra la puerta justo en el momento en el cual ésta intentaba cerrarse, y pude bajar.

Es curioso el momento en el cual uno despierta de un sueño. No abrí los ojos. Ningún sonido vino a arrancarme del sueño. Simplemente salí del ascensor y comprendí que estaba en la cama, inmovil, con la cabeza apoyada en la almohada. Moví mi mano. cuando te toqué supe que todo estaba bien. Sin saber cómo, alcancé a decir dos palabras: "te quiero", fue lo que dije. Creo que me dí vuelta hasta rodear tu cintura con mi brazo. Ni siquiera se me ocurrió que tal vez continuaba soñando, un sueño dentro de otro sueño. Pero después de todo, ¿no será precisamente eso la vida?

No hay comentarios.: