lunes, diciembre 09, 2019

Cocteau 2: El testamento de Orfeo


El poeta
      -dice Cocteau-
                es un inválido dormido,
desprovisto de brazos y piernas,
que sueña que gesticula y corre.
Es alguien que recurre a una lengua
que no está ni viva ni muerta,
que pocas personas hablan
y aun menos personas comprenden.
Alguien que busca a sus compatriotas
a través del exhibicionismo
de mostrar el alma desnuda
en medio de un mundo de ciegos.

Y allí va Cocteau, navegando un mar desierto
poblado de inexplicables apariciones
que no son reales ni mucho menos falsas,
malgastando su tiempo en sus esfuerzos por ser,
que son precisamente aquello que
le dificulta la tarea cotidiana de vivir,
a él lo mismo que a todos nosotros.

Que nos acusen de inocencia
cuando nos toque comparecer ante
el inevitable tribunal invisible.
Que se nos señale por atentar contra la
posibilidad de los crímenes que no cometimos
pudiendo ser culpables de todos ellos
en lugar de serlo apenas de unos pocos.

Que nos acusen de pretender resucitar
situaciones muertas, o de reinventar
memorias y mundos inexistentes
dando apariencia de realidad
a aquello que nos desborda
a través de las palabras
y también de los silencios.

Existe un conocimiento del alma
por el cual los hombres se preocupan poco.
Por eso la poesía es indispensable
aunque nadie sepa muy bien para qué.
Estas palabras son parte de ese sinsentido.

No hay comentarios.: