sábado, diciembre 07, 2019

Cocteau 1: Le sang d'un poète












Todo poema es un escudo de armas
que resulta necesario descifrar,
escribe Jean Cocteau en el principio
de su film "La sangre de un poeta" (1932).
Surrealismo puro y maravilloso, por cierto,
con pinturas, estatuas, pigmaliones y espejos.

A mí se me ocurrre que acaso
Cocteau debería haber escrito:
...un escudo de armas que reclama
al impensado lector que lo descifre.
Incluso cuando sea improbable
que tal reclamo llegue a ser complacido,
pues ya se sabe que jamás un poema
habrá de ser leído con los matices
que ingenuamente su creador desearía.
Siempre el lector hará su lectura,
tomando posesión de esos sueños ajenos
y sumando al escudo sus propios blasones.

Luego Cocteau continúa:
Cuánta sangre, cuántas lágrimas,
a cambio de estas hachas, estas mordazas,
estos unicornios, estas antorchas,
estas torres, estos martillos,
estos sembradíos de estrellas,
estos campos de cielo.

Y noto entonces que jamás he escrito nada
acerca de hachas, antorchas o unicornios
aunque es probable que sí de mordazas y torres
y también de estrellas y campos en el cielo.

Pero aquí sigue Cocteau:
Libre de elegir los rostros, las formas,
los gestos, los tonos, los hechos,
los lugares que lo complacen,
(el poeta) compone con ellos
un documento realista de sucesos irreales.
El músico subrayará los sonidos y los silencios.

Y yo me digo que de eso se trata
y de ninguna otra cosa,
y añado a mi propio escudo de armas
otro blasón que en vano, seguramente,
reclamará ser descifrado.

Al destruir una estatua se corre el riesgo
de convertirse uno mismo en una de ellas,
advierte más tarde Cocteau.
Pero esta advertencia será vana,
al menos para mí, por el momento,
hasta tanto alcance a descifrarla.

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