jueves, diciembre 12, 2019

Sueño 191212

Diecisiete meses más tarde soñé con vos. Después de mucho desearlo, finalmente te soñé, y fue como suceden siempre estas cosas: inesperadamente. Y como sucede a menudo, no fue lo que yo esperaba. No hubo epifanías ni mensajes reveladores. Y sí una molesta sensación de enojo. Porque simplemente volvías a casa, como si nada hubiese sucedido. Sin ninguna explicación, como cuando te peleabas como mamá y desaparecías durante varios días, y después regresabas, y había que hacer de cuenta que nada había pasado. Perdoname el tono de reproche, te juro que está más allá de mi intención, pero fue una sensación parecida, una suerte de desagradable reminiscencia, que no deja de ser injusta. Pero ya se sabe, uno no puede manejar las cosas que siente mientras sueña. Y después la extrañeza, por supuesto, si vos estabas muerto, y hasta se me pasó por la cabeza la posibilidad de que tal vez no lo supieras, y cómo iba a ser yo, precisamente yo, quien te lo dijera. Recuerdo además otra faceta de mi enojo: estabas allí, como si nada hubiese pasado, pero yo sabía que te ibas a ir de vuelta. Y me parecía injusto tener que atravesar el dolor de perderte otra vez. Pero ahora, despierto, sé que de ser ello posible eligiría pasar mil veces por la pena de perderte con tal de poder volver a verte una vez más. Me desperté llorando, no podía ser de otra manera. Pero en el fondo sé que ese hombre que soñé no eras vos. Que fue solamente un sueño extraño. Yo te voy a seguir esperando.

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