domingo, enero 17, 2021

Sueño 210117

 - Si voy a morirme, no quiero que sea sabiendo que te quedaste enojada conmigo.

Dije esto en tono de broma, pero detrás de la broma había un miedo auténtico, que iba más allá de la posible eternización del desencuentro. Unos segundos atrás había hallado una profunda herida en medio de la palma de mi mano izquierda. Recuerdo haberla observado con algo de curiosidad. La completa ausencia de sangre y de dolor me hizo pensar primero que me había lastimado sin darme cuenta, y que mi cuerpo de algún modo estaba reaccionando y se estaba curando solo. Creí vislumbrar un hueso. Mi propio hueso, en el fondo de aquella herida. Sacudí la mano y algunas gotas de un líquido desagradable cayeron al piso. En ese momento comprendí que tal vez estaba pensando el proceso en sentido contrario. Que no me estaba curando, sino al revés. Comprendí con espanto que aquel orificio que no debía estar allí, lejos de cerrarse, se iba extendiendo, conforme aquel líquido, junto con una pulpa blancuzca y suave, demasiado suave, continuaba goteando de mi mano. Noté entonces que justo en el centro de mi mano derecha, como si naciera debajo de la piel, comenzaba a abrirse un estigma parecido. Fue entonces cuando cerré mis manos, como queriendo negar aquella incipiente podredumbre sin gusanos, y lo dije.

- Debería ir a hacerme ver esto. Si voy a morirme, no quiero que...

Voy hacia atrás. ¿Qué había motivado aquel enojo? Una discusión cualquiera, con un grupo de malditos burócratas, había terminado a los gritos. Gritos que definitivamente no estaban dirigidos a ella, pero que por alguna razón ella había decidido tomar a su cargo. Estaba además el asunto del dispositivo... ¿Para qué servía aquella cosa? No voy a lograr recordarlo, pero era algo así como un balde, que flotaba en el agua a varios metros de la costa. Entre los dos logramos rescatarlo, y mientras vos quitabas la pieza que hacía las veces de tapa, yo me ocupaba de documentar el momento con la cámara del celular. 

Fue entonces que los malditos burócratas empezaron a reclamar el dispositivo como propio y exigieron que se lo entregásemos. Intuí que había allí alguna mala intención y me negué. Tras lo cual comenzó la discusión, mientras yo sacaba del balde, que se había inundado de agua, varias telas empapadas, acaso toallones o mantas, que les iba arrojando en medio de mis gritos. 

Pero nada de esto importa demasiado. Lo que importa es el malentendido, el desencuentro, y sobre todo la fatalidad de aquellos estigmas, con sus bordes blancos, la disolución de la carne debajo de la piel, el líquido y esa horrible sustancia pulposa en la cual se iban convirtiendo mis palmas, de adentro hacia afuera, en medio de una total ausencia de sangre y dolor.

Por suerte me desperté, claramente sobresaltado, Más tarde recordé que existe una bacteria que habita en algunos mares que se alimenta de carne y produce una especie de necrosis, y lo relacioné con el agua que había dentro de aquel dispositivo, con la cual mis manos habían estado en contacto. Mi mente intentaba alguna explicación racional, al mismo tiempo que reconocía algunas metáforas.

- Si voy a morirme, no quiero que sea...

Me temo que estamos condenados a la disolución, de la carne y de la memoria. Los que queden, también están condenados a lo mismo. Por supuesto, todos quisiéramos ser recordados gratamente, sobre todo por aquellos a quienes amamos. Pero también esa memoria va a desaparecer con el tiempo. Vivamos hoy. Y por las dudas, seamos prudentes con dónde metemos las manos.

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