viernes, diciembre 24, 2021

Reflexión navideña

Las religiones monoteístas han sido históricamente el germen de la intolerancia. En las civilizaciones totémicas o politeístas, cada quien creía en la deidad que le viniera en gana. Al haber una pluralidad de dioses, cada quien era dueño de creer en lo que quisiera. En cuanto unos comenzaron a defender la idea de que existe un solo dios, la paz fue imposible: si alguien asegura la existencia de un dios diferente, estará necesariamente negando la legitimidad del otro, y viceversa. Luego, la impugnación se convierte en un ataque: si mi dios es el verdadero, entonces el tuyo es falso; por ende, los fundamentos de tu identidad están errados. 

Por supuesto, también hay politeísmos que han sido belicosos. Pero el monoteísmo por su propia definición no puede convivir con otras alternativas sin cuestionar o ser cuestionado. De hecho, el mandato bíblico de evangelizar (la idea de querer convertir al otro a una supuesta verdad que le resulta ajena) es una concepción característicamente monoteísta, históricamente anegada en sangre. 

Probablemente no exista ningún dios, oféndase quien quiera. O acaso cada uno de nosotros sea parte de un dios único, colectivo, amorfo y salvaje, carente de conciencia respecto de sí mismo. Acaso dios no haya muerto, porque jamás fue nacido. O quizás vive en cada uno de nosotros, dios monstruoso, que abarca desde el básico al poeta, desde el santo al asesino. Tal vez dios no sea más que un concepto abstracto. Y las religiones -la historia lo demuestra- una recurrente manifestación de lo maldito.

En cuanto a la etimología de la palabra, hay interpretaciones diversas, pero una de las más difundidas es la que vincula el término religión a la expresión re-ligio o re-ligare. Se enfatiza así la restauración de un vínculo que de alguna manera relaciona al ser humano con una potencia superior. La expresión siempre me ha parecido poética, aunque me agrada más una interpretación taoística que contemple una reintegración de uno mismo con el todo.

Escribió alguna vez Sofia Gubaidulina que si la vida divide al humano en muchas partes, no hay mayor ocupación que la de recomponer su integridad espiritual. Pero para eso yo prefiero otras instancias, como la poética, la contemplación o el amor. Porque si la religión re-liga por un lado, nos desconecta por el otro. Es una sábana demasiado corta que, al enfrentarnos con los otros, nos aleja de una manera definitiva de ese concepto llamado dios.

No hay comentarios.: