martes, julio 30, 2024

Sueño 240730

Iba manejando por la autopista cuando caí en la cuenta de que yo era el único que iba en el sentido correcto. Por supuesto, consideré la posibilidad de haberme equivocado, pero recordaba perfectamente cuál había sido la subida que había tomado y tenía la seguridad de que había sido la correcta. Pensé cuánto más sencillo sería estar con la motocicleta en esa circunstancia, en vez del automóvil. Entonces me encuentro con el casco en la mano, pero no atino a frenar para colocármelo; solo consigo bajar la velocidad y con mucho cuidado, sin sostener el manillar, logro que la moto permanezca en pie y siga su rumbo. Finalmente puedo ponerme el casco, aunque no abrocharlo. Siento mucho calor; también un poco de frío. Entro en algo que parece una rotonda; me equivoco y me veo obligado a dar marcha atrás, hasta que con bastante esfuerzo logro retomar el camino correcto. No controlo bien el radio de giro del vehículo, que en algún momento ha vuelto a ser un auto. Consigo llegar hasta el taller donde repararán mi coche, un Fiat 600 (jamás tuve uno), pero ha sido modificado y resulta que esa carrocería ya no se consigue. "Aunque puede que sí, nosotros lo arreglamos". "Fijate este golpe de acá adelante también, por favor". "Eso es cosa de nada", responde el mecánico y le ordena a su ayudante que vaya pidiendo turno para cambiar también los frenos. "Así te lo llevás completo", dice; y yo me pregunto cómo voy a hacer para pagar todo, pero no digo nada. Salgo de allí, ahora caminando, por supuesto. Me fijo en la hora: son las 20:20. A las ocho tenía que estar tomando examen en la facultad, me doy cuenta ahora. Hago cálculos rápidos. No hay modo de llegar antes de las ocho y cuarenta y cinco, por lo menos, y no tengo manera de avisar a nadie. No tiene sentido: cuando llegue ya todos se habrán ido. Me siento un idiota. Más tarde le reprocharé a alguien que no me haya hecho notar que mi reloj estaba mal, cosa evidente si consideraba que a las 20:20 ya debía ser de noche, y cuando yo vi aquella hora aun era pleno día. Pero eso sucederá más tarde, luego de haber estado en la casa de vaya dios a saber quién, en una reunión llena de gente extraña. De eso solo recuerdo que yo sabía que debía hacer tiempo, porque al final era muy temprano. Sin embargo, después de un rato, cuando recordé preguntar la hora, resulta que ya se me estaba haciendo tarde de nuevo. Iba a tener que apurarme, si quería llegar. Pero por más que le insistía a mi mamá y a mi hija, diciéndoles que ya debía irme, ellas me decían que sí, que sí, que claro, mientras seguían con sus cosas. Al salir a la calle volví a dudar de si el tiempo realmente me alcanzaría para llegar a mi clase. Miré mi celular, porque mi reloj había quedado en el taller, pero resulta que la pantalla marcaba cualquier hora. En ese momento me di cuenta de que no tenía la menor idea de adónde estaba, ni qué colectivo podía tomar para regresar a algún sitio conocido, así que me puse a caminar sin rumbo. Eventualmente debo haberme quedado dormido.

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