Hacía mucho que no pasábamos
la noche juntos.
Aunque, claro está, esto no sea
más que un modo de decir.
Te veo dormir en la cama de la clínica
mientras intento acomodarme
en un sillón chiquito e incómodo
preguntándome cómo haré
para transcurrir las horas que sigan.
Pero eso no me molesta.
Te escucho respirar.
Te observo dormir.
Ha pasado tanto tiempo.
Somos los mismos, pero no.
Somos otros, pero tampoco.
Las tormentas se han disipado.
Ya no hay reproches, ni rencores.
Tampoco deseo, ni pasiones malsanas.
Sí, acaso, otra clase de amor.
La ternura de una vida pasada
compartida, recuerdos de
cosas que tal vez hayan sucedido
solo en nuestra imaginación.
Ahora miro una foto vieja
en la pantalla de mi móvil:
Ahí está nuestra hija, en brazos
de esa otra versión de vos,
tan joven y esperanzada,
junto a esa otra versión de mí;
ha pasado tanto tiempo.
Tu yo y mi yo de entonces me miran
desde la pantalla del móvil
como preguntándose quién diablos
es ese extraño que los observa.
Pienso que podría girar la pantalla
y mostrarles que vos también
estás acá, conmigo, a pesar de todo;
pero desisto.
Ellos tienen que hacer su camino.
Lo mismo que nosotros.
sábado, agosto 02, 2025
Encuentros y desencuentros
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