Ella conoce la perfecta justeza
y la eterna constancia de las cosas.
No discute. Sólo calla y se marcha,
para bañarse desnuda y admirar su cuerpo.
Quisiera escribir sobre ese cuerpo
palabras que ningún diccionario
se atrevió a contener jamás.
Palabras inventadas,
de un idioma desconocido,
palabras que lo digan todo y que
al mismo tiempo no digan nada.
Son solamente palabras, es claro.
Pero también son hechos.
Pues ella adora su cuerpo tanto
como yo mismo quisiera poder hacerlo.
Nada más son palabras, pero no te engañes.
Si detrás de estos verbos no hubiese
un verdadero cuerpo que se dejase imaginar,
pero también mirar, tocar, besar, lamer,
acariciar, penetrar, gozar, morder,
las palabras serían vacías,
no representarían nada.
Ya ves... escribir es una forma de evasión.
De evasión y permanencia.
Germán A. Serain
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