“Voy a encantarte desnuda”,
susurró la vida al oído del soñante,
quien entonces, por supuesto, se entregó
a un sueño todavía más profundo.
Son muy curiosos los sueños:
nada de lo que en ellos sucede,
puestos a hablar estrictamente,
resulta ser verdadero ni cierto.
Y sin embargo, para quien sueña,
ninguna cosa merece ser tenida
por más real que esas imágenes
misteriosas, a la vez que innegables.
Un hombre tiene una pesadilla.
Puede que ni ese monstruo
ni aquel demente homicida
sean en absoluto reales.
Pero sí son reales, en cambio,
el temor, la inquietud, el miedo
de quien sueña, puesto indefenso
ante semejantes amenazas.
Pues bien: del mismo modo,
cuando uno sueña que la vida se ofrece
desnuda, pasional y prometedora,
desnuda, pasional y prometedora,
puede que nada de ello en realidad exista...
Pero en el ingenuo soñante subsistirán
la inquietud, el ansia y el deseo,
la inquietud, el ansia y el deseo,
incluso después de que las luces del alba
hayan disuelto fantasma tan bello.
Es tal como dijo el viejo filósofo:
Dioses en tanto soñamos,
apenas somos pordioseros en el
momento cruel del despertar.
Germán A. Serain
momento cruel del despertar.
Germán A. Serain
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