sábado, diciembre 01, 2012

La confusa obscenidad del mal

Hoy me llamó la atención una frase, publicada en el muro de un contacto de Facebook, Ele de Lauk, a quien en verdad ni siquiera conozco personalmente, ni más allá de la pantalla, aunque en definitiva esto parece venir a ser algo así como un mero detalle en los tiempos cibernéticos que corren. Lo antedicho será en todo caso una reflexión para otro momento. Lo que hoy quiero dejar consignado aquí es la frase en cuestión, esa que llamó mi atención, con un sentido bastante abierto, por cierto:

"La confusa obscenidad del mal", decía.

Más tarde supe que esos eran los últimos versos de un poema. Un poema que también incluye un verso que habla de un "deleite cómplice", como para terminar de cerrar la idea. Debajo de la frase, muchos comentarios. Algunos más pertinentes o perspicaces que otros. Yo me quedé pensando en esto: en que si algo claro se desprende de la frase referida, es que el mal es obsceno. Por cierto, esto solo ya nos habilitaría a plantearnos el desafío de tener que definir ambos conceptos, qué cosa sea el mal, y por ende qué sería el bien; de qué cosas podríamos lícitamente decir que sean obscenas, y de cuáles no, y acto seguido intentar explicar por qué. Tarea ímproba si las hay. Pero más allá de eso hay también, en la dichosa frase, un reconocimiento claro a que existe cierta ambigüedad en ese sentimiento que identifica la obscenidad con el mal, el mal con algo obsceno, lo cual promueve en definitiva a esa incierta confusión. Presumo que todos tenemos una cuota de rechazo, tanto como un poco de secreta y/o inconsciente inclinación, sea hacia el mal, sea hacia lo obsceno. Me reviso interiormente y verifico que por lo menos en mi caso se da así. La cuestión pasa, en todo caso, por el dilema que nos lleva a confesarlo o a mantener esta inclinación como un íntimo secreto. Yo decido confesarlo, hacerlo público, denunciarme a mí mismo, por lo menos en lo que a este respecto se refiere. Pero ninguna de estas cuestiones me termina de explicar el porqué. No del mal, no de la obscenidad, sino el de su misterioso atractivo, ese que al mismo tiempo se rechaza, por supuesto y por fortuna. ¿Y qué será el mal?... ¿Y de qué cosas podrá uno lícitamente decir que sean obscenas? No tengo respuestas, sólo preguntas, y sin embargo sé que en alguna parte ellas son la respuesta a alguna otra pregunta que acaso todavía no me ha sido planteada.

2 comentarios:

ele de lauk dijo...

El atractivo de la transgresión?

Germán A. Serain dijo...

Pero con eso incorporamos un nuevo concepto, ¿no es verdad? Porque, esto es cierto, la transgresión implica lo prohibido, y el deleite por la consumación de eso que se nos prohibió. Algunos podrían llegar a ver algo obsceno en dicho deleite, inclusive. Pero no tiene correlación con el mal.

Tiendo a pensar que hay cierto mal que nos es impuesto por las formas sociales: está mal mentir, tomar lo que no es propio, salir desnudo a la calle, cosas por el estilo. Y hay un Mal más importante, definitivo, que escapa a las reglas de la ética social, que es obsceno en sí mismo y también por su incomprensible atractivo que en ocasiones despierta, que acaso más que con un atractivo tenga que ver con cierta incredulidad.

Admito gustoso mi voluntad de transgredir, de vez en cuando, ciertas normas. Rechazo la imputación de ser una persona que se deje seducir por el mal más allá de esa obscena curiosidad que en ocasiones termina instalándose en ciertos límites.