Alguien escribe el siguiente cuento sin final:
"El escritor está tipeando en su PC, con las luces apagadas. Corre el teclado, apoya su brazo sobre el escritorio, cierra los ojos y deja caer su frente sobre su brazo. Nos alejamos de él, escapamos por la ventana, giramos la cámara y vemos la ciudad. Con música incidental romántica, hacemos un fundido hasta otra ciudad. Hacemos un paneo hasta otra ventana donde..." (*)
La escritura ha llegado sólo hasta este punto. Entonces, alguien completa el final:
"...donde otro escritor, en otro escritorio, pero también con su cabeza apoyada sobre su antebrazo, delante de otra computadora, descansa, piensa, o acaso finge que sueña, mientras una sombra a sus espaldas alza en alto el brazo que termina en una hoja de puñal. El brazo comienza a bajar, en un gesto tan veloz como violento, aunque a nosotros nos parezca que todo sucede como en cámara lenta. Ahora todo depende de que el escritor (pero no sabemos si éste que duerme o el primero) se despierte a tiempo."
Una tercera persona sugiere que, para ponerle más clasicismo al asunto, sería posible preguntarnos si realmente el primer escritor está soñando al segundo, si el segundo al primero, o si es que acaso ambas afirmaciones son ciertas. Pero regresa el autor original, a quien estas dos alternativas no le resultan en absoluto gratas, y se dispone entonces a escribir su propia versión de la historia. Es su relato, finalmente, y puede hacer con él lo que le plazca, y no lo que le digamos nosotros. Eso sí: nos permitimos sugerirle desde aquí que, por las dudas, no se quede dormido.
(*) "Alguien" se llama Darío Sebastián Benítez.
Y espero sinceramente que no le suceda nada malo.
miércoles, septiembre 18, 2013
Finales posibles
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1 comentario:
Esto vendría a ser un intento por combinar la escritura colectiva con una demostración básica de que con cualquier cosa se puede intentar hacer una pieza de pretensiones literarias.
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