jueves, junio 29, 2017

Un tiempo fuera del tiempo

El arco acaricia las cuerdas del violín,
que súbitamente despierta y besa el silencio.
La música abre de pronto un paréntesis,
algo así como un tiempo fuera del tiempo,
una expresión de belleza que sólo podría
equipararse a un acto de amor, o de magia.
En tanto la música suena, la realidad
suspende su curso y se ubica en otra parte,
los relojes se detienen, rige otro devenir.
En este paréntesis mágico en cuyo transcurso
ocurre la música, suceden también otras cosas:
- por allá alguien cierra los ojos y siente,
- más acá alguien derrama una lágrima,
- una pareja discretamente se toma las manos,
- un joven sonríe y se entrega a sus sueños,
- una mujer recuerda a su padre ausente,
- alguien más suspira y se confía a Dios,
y así, cada quien en su mundo,
todos juntos en un mismo lugar,
las emociones vibran en sincronía
con la melodía, las armonías, el ritmo,
y en tanto la música sostiene el hechizo
lo único que existe es esta belleza,
curiosamente plena de inocencia.
Más tarde, cuando ya se haya apagado
la reverberación de la última nota,
entonces sí, ese será el momento
de regresar cada quien a su casa,
la hora en la cual el sueño se disuelva,
que hasta donde sabemos es lo que ocurre,
tarde o temprano, con todos los sueños.
Pero mientras tanto,
la música todavía suena.
Acaso no sea sino esto la vida:
una sucesión de mientras tanto.


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