sábado, julio 08, 2017

Der Mond (Otras lunas)

Es un dato curioso para quienes
vivimos en esta región del mundo
saber que en alemán la palabra luna
no es femenina, sino masculina.
Y entonces ahí van los germanos,
tejiendo metáforas que asimilan
la luna con un monje, o con un gato,
o con un búho, pero nunca una lechuza.
Es cierto que, como bien dice Romeo,
incluso cuando a la rosa la llamemos
de cualquier otra manera
no por eso dejará de ser rosa,
pero también es verdad que
no es igual varón o mujer,
masculino que femenino,
luna que sol o estrellas;
pero así son los alemanes.
Nosotros, en cambio, sabemos
que la luna es femenina
que la luna es mujer
que la luna es madre
que la luna es hembra
que la luna tiene curvas
que nos provocan y seducen
y promueven ardores impensados
al mismo tiempo que reales.

Claro que la luna tiene sus misterios:
en ocasiones llega silenciosa y fulgurante,
iluminando a pleno la bóveda nocturna,
y otras veces la buscaremos en vano
en medio de la noche más oscura.
También puede mostrarse apenas
como un tenue filo, o sorprendernos
en pleno día paseando a deshoras.
Dicen quienes saben que la luna
simboliza la fertilidad,
pero también la inconstancia
propia de la fortuna y de la mujer;
como si el varón fuese un ser constante.

La cuestión es que aquella noche
no se veía la luna en el cielo,
pero de todos modos allí estaba.
He aquí el sencillo secreto:
no siempre la luna debe ser
buscada en el firmamento;
en ocasiones podemos hallarla
en otros sitios, en otros rituales.
Ahí estaba la luna, entonces,
y se ofrecía desnuda,
desvergonzada,
blanca e inocente,
alta, preciosa y pura,
desenfadadamente gozosa,
y sin palabras decía:
"Ven a mí, aquí estoy,
lista para ser tomada".


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