martes, enero 08, 2019

Sueño 190108

"Dos cosas, antes de irme: No dejes de lavarte los dientes... Y tené presente la inexorabilidad de la vida." Esto dijo mi mamá, antes de dar media vuelta e irse. Y yo no supe si se refería al inevitable paso del tiempo y la caducidad de mi vida, la de su propia existencia, o acaso a ambas cosas. Lo cierto es que cualquiera de estas posibilidades, certeras e ineludibles, me lastimaron el alma.

Pero la historia no comienza allí, sino en una farmacia en la cual una chica lee unas publicidades ante un pequeño grabador, como si estuviese en un estudio, mientras la mujer que atiende el negocio la observa con impaciencia. Creo que conozco a la chica. La mujer impaciente habla fuerte, acercándose adrede al diminuto grabador, y así estropea lo que la jovencita está grabando, como queriendo dejar en claro que ese no es un buen lugar para hacer su trabajo de radio. Me río y me pongo a bromear con la frustrada locutora, hasta que llega mi amigo Fernando y me comenta algo acerca del trabajo.

Estoy ahora en mi viejo espacio laboral, justamente, aunque todo es extraño. Hay una piscina, por ejemplo, en la cual los empleados pueden  nadar si no hace frío. Escucho a la gente hablar de cosas que no comprendo. Sí entiendo que estoy desempleado, que necesito conseguir algo para hacer, y me angustia la idea de no lograrlo. De pronto recuerdo que la chica que nos acompaña es directora de una radio. Me llama la atención no haberme percatado antes. Pero Fernando me indica entonces que no comente nada, y yo le hago caso. Me doy cuenta de que sí, me angustia no tener trabajo, pero también me desasosiega recordar lo que sufrí cuando dilapidé mis horas en un empleo que no me gustaba en absoluto. Pienso entonces en la brevedad del tiempo que corre, que estoy envejeciendo, y me pregunto qué es lo que hice hasta este momento de mi vida. Me pongo mal. Entonces me despierto.

La sensación es opresiva. Me siento en el borde de la cama y comienzo a vestirme. Me estoy poniendo los pantalones cuando entra mi mamá, con una taza de leche caliente. Le pido que haga silencio, pues Laura duerme a mi lado. Entonces ella me deja la taza y va a retirarse. Y es aquí, antes de dar media vuelta para después desaparecer, cuando me advierte: "Dos cosas antes de irme: No dejes de lavarte los dientes... Y tené presente la inexorabilidad de la vida."

Entonces comprendo que aun estoy dormido. Y me despierto, y ahí está  Laura, durmiendo a mi lado, y me pongo a llorar desconsoladamente, por la fugacidad de la vida, por mi papá que ya no está, por mi mamá que ya está grande, por el propio tiempo cada vez más escaso, y Laura me acaricia la cabeza y me consuela, cuando me despierto otra vez. Y sí, ahí está Laura, que todavía duerme ajena a todas mis experiencias oniricas, y se estira cuando siente que yo me muevo a su lado, y me pregunta si estoy bien, porque nota mi respiración agitada, y después se acurruca, y yo la abrazo. Pero sinceramente dudo si al fin estoy despierto o si continúo dormido. Instintivamente giro mi cabeza hacia la mesa de luz, donde acaso debería haber una pequeña taza con leche caliente. No está, pero eso no significa demasiado. Ya se sabe que en los sueños las cosas aparecen y desaparecen caprichosamente.

Me acerco al cuerpo tibio de Laura y lloro durante un rato, sin saber muy bien por qué razón, o sin querer saberlo, hasta que me quedo dormido de nuevo; si es que realmente he despertado en algún momento, claro está.

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