lunes, mayo 13, 2019

Sueño 190511 - Una leona

Me despierto. Siento el abrazo de mi mujer, que todavía duerme a mis espaldas. Nos gusta dormir así, abrazados. A veces yo la abrazo a ella, y otras veces, como ahora, es ella quien me abraza a mí. Abro levemente los ojos. Veo entonces el césped, más allá una hermosa casa, también una piscina que espera. No hay ni una sola persona a la vista. Absolutamente nadie más, excepto una leona que también duerme, o por lo menos descansa, con la cabeza apoyada en el piso al lado de donde estamos. Sin mover el cuerpo, nada más estirando mi brazo, le acaricio entonces la cabeza y la leona gruñe satisfecha, como si fuese un gato enorme y macizo.

De repente me digo que todo esto tiene el aspecto de no ser real. Pienso que acaso se trate de algo parecido a una película; pero incluso en tal caso -me digo- alguien tiene que haberla filmado: esa mano que acaricia la enorme cabeza felina tiene que ser de alguien, de un modo u otro. Y yo siento que es mía. Pero hay algo definitivamente extraño en toda la escena. Además hay como una pátina que le otorga a todo lo que veo una profundidad de colores incorrecta.

Mis párpados se abren y se cierran con pesadez. Y entonces me doy cuenta: tengo como dos pares de párpados superpuestos, como si fuesen dos capas de lo mismo. Si abro la primera de las capas, allí está el césped, la piscina, la leona... Pero entonces me esfuerzo, y logro abrir la segunda capa, y entonces veo la pared del dormitorio, la cómoda, el espejo apoyado arriba, que refleja las primeras luces del día. El abrazo cálido y reconfortante de mi mujer continúa allí, haga lo que haga.

Vuelvo entonces al jardín, con su piscina y su césped. Ahora me doy cuenta: aquí el contraste de las imágenes es diferente. Comprendo que se trata de la dimensión de los sueños. Decido hacer entonces un experimento: le ordeno a mi brazo que se mueva, de manera que mi mano pase por delante de mis ojos, que están cerrados. Porque ahora comprendo que durante todo este tiempo mi cabeza ha permanecido inmóvil, apoyada sobre la almohada. Increíblemente sucede que sí, que logro ver mi mano.

Esta comprobación me hace largar una risotada. Mi mujer me escucha y murmura algo que no alcanzo a entender, pero que con facilidad adivino como un "qué pasa, de qué te reís". Giro entonces sobre mí mismo -al fin hago que mi cuerpo entero se mueva- y ella copia mi movimiento, como si fuésemos dos osos que intercambian perezosa y amorosamente los roles del abrazador y el abrazado.

Una vez acomodados en nuestra nueva posición, le cuento mi descubrimiento: que tenemos como dos pares de párpados; que el primero nos permite ver el mundo de los sueños, y el segundo abre las ventanas al mundo real. Que he movido mi brazo en el mundo real para comprobar si era capaz de verlo en sueños, y que efectivamente había logrado verlo, y que por eso había largado mi carcajada.

Pero ella me responde que no. Que está despierta desde hace un rato largo, y que yo no me he movido en absoluto antes de girar, y que tampoco me he reído. Que ambas cosas las debo haber soñado.

Reconozco que esta revelación me causa un poco de frustración. Y que de inmediato pienso en volver a darme vuelta, girando una vez más sobre mí mismo, solamente para verificar que del lado opuesto de la habitación, ahora a mis espaldas, de verdad haya una cómoda, y encima un espejo capaz de reflejar las primeras luces del día. Pues de hecho acabo de darme cuenta de que todavía es noche cerrada.

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