domingo, mayo 26, 2019

Sueño 190525

No sé de dónde salieron las dos medias de toalla que yo llevaba en la mano, tan parecidas pero al mismo tiempo tan diferentes que me hicieron dudar de si realmente se correspondían o no a un mismo par. Tampoco sé por qué estaban húmedas --en realidad empapadas. Sin pensarlo demasiado decidí hacer con ellas un bollo que terminé guardando en un bolsillo, no sin antes estrujarlas, para escurrir un poco el agua, discretamente, sin que mamá se diese cuenta.

Creo que ella subió las escaleras primero. Era una casa antigua, y claramente estaban preparando una reunión. Lo delataba la cantidad de bandejas y platos que habían sido dispuestos en varias mesas, en los distintos ambientes, a la espera de los comensales. El Tolo fue la primera persona con la que me crucé al llegar. Me llamó la atención encontrarlo allí, sabiendo que había muerto muchos años atrás. También había una niña muy pequeña que me miró con una inquietante familiaridad. Yo no supe quién era, aunque más tarde --una vez que desperté-- acaso lo intuí.  Recuerdo que la chiquita estaba sentada muy cerca del borde de la escalera, y yo me apresuré a apartarla, pues pensé que corría el riesgo de caer al vacío. Me llamó la atención que nadie más le diera importancia al asunto, como si en realidad a la pequeña nada pudiera sucederle.

También se encontraba allí mi abuela, algo molesta, pues al parecer se había empeñado en preparar una salsa casera que no le terminaba de salir como quería. De todos modos me saludó con afecto, pero me llamó la atención verla tan joven. La tercera persona a la que reconocí fue a Irma, la hija de Miguel y madre de Claudia --de quien estuve enamorado de chico, cuando todavía no sabía lo que significaba estar enamorado. Pero ni Claudia ni Miguel estaban allí. Supongo ahora que, por circunstancias diferentes ella y él, todavía no habrían llegado.

También Irma se veía extrañamente joven, y se lo dije. Ella sonrió, pero no hizo ningún comentario. De pronto comencé a sospechar que algo no del todo normal estaba sucediendo. Le pregunté entonces si acaso también yo me veía rejuvenecido en esa casa. Me respondió que no, y enseguida pude verificar por mí mismo que me decía la verdad, al asomarme a un espejo que colgaba en una de las paredes de aquella sala. Yo estaba como siempre. O mejor dicho: estaba tal como se suponía que debía verme con mis años.

Fue en ese momento cuando se me ocurrió preguntar la fecha. Me costó conseguir una respuesta. Primero me dieron la referencia de un día de la semana, sinceramente no recuerdo cuál, porque eso en verdad no me interesaba. Luego logré que me diesen un número de día, y casi al mismo tiempo un mes. Tampoco recuerdo qué me dijeron entonces, pero sí el hecho de que absolutamente nadie me ofreció una respuesta que me permitiese saber en qué año estábamos. En este momento me pregunto si acaso los allí presentes se hubiesen podido poner o no de acuerdo entre ellos en ese detalle. Quizás se trataba de una reunión por fuera del tiempo.

Lo cierto es que me comencé a poner cada vez más nervioso. En ese momento la veo a mi mamá y me escucho a mí mismo diciéndole: "Tenemos que irnos ya mismo. Acá nada de lo que vemos es lo que se supone que debe ser".

Entonces me desperté. Ahora que recuerdo mi sueño, ya despierto, noto que entre los presentes también estaba un viejo compañero de la escuela. No voy a nombrarlo. Hace tiempo que no sé nada de él. Ni siquiera sé si todavía está vivo o si ya habrá muerto.

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