miércoles, enero 15, 2020

Ese temor a la muerte III

No le tenemos miedo a la muerte.
Le tememos al sinsentido.
La muerte es ante nuestros ojos
el final de todas las cosas.
O peor aún:
el final de lo que somos,
o de lo que creemos ser.
Aunque todo lo demás continúe,
será ya como algo ajeno
por completo a nosotros.
Nada podrá conectarnos
a las maravillas que perduren,
ya nada va a pertenecernos
cuando no estemos.

Y a pesar de todo
la paradoja de la muerte
es que aunque ella sea un misterio
definitivamente insondable
acaso también sea un lugar
en el cual ya todos hemos estado.
Bastaría con recordar,
si tal prodigio fuese posible,
el preciso instante previo
a nuestra irrupción en el mundo,
cuando todavía no éramos
sino esa nada absoluta,
esa completa ausencia
de nosotros mismos en la vida.

Por supuesto, tal idea es un absurdo,
pues antes de nacer éramos nada,
y la nada, nada recuerda.
Los recuerdos son patrimonio exclusivo
de quienes hacia la nada vamos.
O tal vez sea posible decir:
de quienes a ella regresamos.

¿Cuál es tu primer recuerdo?
¿El más antiguo, el más lejano?
No hay modo de estar seguros.
Tal vez nuestra memoria más distante
no sea auténticamente nuestra,
sino la de alguien que nos ha contado
un relato que habla de nosotros,
o mejor dicho: de quienes fuimos
o creímos ser en algún momento;
como una vieja fotografía
descolorida por el paso de los años.


No hay comentarios.: