miércoles, enero 01, 2020

Ponernos al resguardo de nuestros olvidos

"Ojalá el nuevo año nos permita ponernos a resguardo de nuestros olvidos". Anoche le escribí estas palabras a alguien, a la manera de un saludo de fin de año y sin pensarlo demasiado. Pero la idea me quedó resonando, como el estruendo de una molesta pirotecnia. (Nunca entendí la gracia de los fuegos artificiales, aunque confieso que también me molestan quienes a fin de año se quejan de la pirotecnia como si ese fuera el mayor de nuestros males, pero ese sería otro tema, no quiero disgregarme en demasía). Ponernos a resguardo de nuestros olvidos, decía, y retomo ese pensamiento. Y también a resguardo de ser olvidados, por supuesto. Pero qué olvido podría ser más grave que el propio. ¡Y vaya que solemos olvidarnos! De nosotros mismos y de los demás, que es otra manera de olvidarse, porque no estamos solos en este mundo, aunque a menudo elijamos no verlo. Y al actuar como si los demás no existieran, desde una absurda egolatría, desdibujamos lo que somos, lo falseamos, lo prostituimos. Y ese sí es uno de nuestros males mayores.

Le temo al olvido, lo confieso. Pero ahora me doy cuenta de que esto vale tanto para los olvidos ajenos como para los propios. Ambos nos hacen desaparecer de maneras parecidas. De manera que me prometo, para este nuevo año que hoy comienza, vigilarme un poco más para no olvidarme de mí mismo, que es también estar atento a las personas a las que quiero, y hacer las cosas de un modo tal que al menos el recuerdo que los otros guarden sobre mí no sea demasiado severo. Al menos mientras estemos vivos. Que diluirse en el tiempo es un destino para el cual finalmente no hay remedio.

No hay comentarios.: