viernes, octubre 16, 2020

Sueño 201012

Los muros pesados, de un gris manchado y profundo, ornamentados con silenciosas molduras y dibujos, denotaban el paso de un tiempo acumulado incalculable. "Esta es la ciudad vieja ▬recuerdo que dijo alguien▬. El gobierno quiso alguna vez modernizarla, pero los residentes se opusieron a cualquier cambio y entonces quedó todo así, como el testimonio de otra época."

El vehículo se movía lentamente por las calles de tierra, y yo observaba con atención desde mi ventanilla. En cada parcela había apenas una o dos construcciones, todas con similares paredes, del mismo gris antiguo y manchado, pesadas y cerradas ▬sospechosamente cerradas▬ y mudas; imperturbables. Inmóviles. Pero no con la lógica inmovilidad de cualquier edificación, sino con la que le podría corresponder a un misterio insondable. No pude sino preguntarme cómo serían aquellas casas muros adentro. Cómo sería vivir allí, o cómo sería el interior del almacén del pueblo, clausurado probablemente a la curiosidad de cualquier visitante. Tuve el repentino deseo de que el autobús se detuviese para poder bajar, pero eso no sucedió. La marcha continuó, siempre lenta y silenciosa.

Me pregunté también cómo se habrían formado aquellos piletones fantásticos que observaba por doquier, pues el pueblo se había establecido en derredor de unas extrañas formaciones termales. Supuse que tal vez hubiesen estado allí desde siempre, desde infinitamente antes de que el primer habitante de aquella ciudad vieja hubiese decidido levantar el primer muro de la primera casa.

Las termas; las famosas termas... ¿Por qué todas las puertas y ventanas permanecían tan empecinadamente cerradas y en silencio? El agua brillaba con una hipnótica fosforescencia de color esmeralda y permitía apreciar un irregular fondo rocoso, que se adivinaba cálido y acogedor. La arboleda tupida, también gris y callada, no se atrevía a dejar caer una hoja en el agua. De algún modo supe que ese sustrato acuoso, acaso se diría mágico, impediría que una persona se sumergiese en él, como si fuese un mar muerto, aunque en este caso bulliciosamente vivo, aun en medio del profundo silencio y de la notoria ausencia de cualquier señal de vida visible.

Volví a preguntarme cómo sería habitar en aquel lugar. La apariencia era la de un pueblo abandonado desde hacía mucho tiempo atrás. Pero yo intuía la vida detrás de las paredes de esas casas clausuradas, detrás de las pesadas puertas, de las ventanas dormidas con sus postigos cerrados. Imaginé dentro las alfombras descoloridas y los caireles pálidos y los muebles añejos, profusamente trabajados, con el estilo propio de siglos pasados. En aquel lugar el tiempo se había detenido. Lo único que permanecía en movimiento era nuestro vehículo, que se desplazaba lentamente. Y las gentes permanecían dentro de sus casas. ¿Por temor? ¿Debido a un sordo empecinamiento? ¿Porque no deseaban ser vistos por ningún forastero?

Supe que el automóvil no iba a detenerse, por más que lo deseara. Decidí entonces hacer lo posible para recordar mi sueño, con el objetivo de regresar a esas mismas calles en otra ocasión. Quería volver a contemplar otra vez esas casas inmóviles más de cerca, acaso probar suerte en alguno de sus umbrales, delante de alguna de aquellas puertas. Quería regresar también a aquellas fosas de agua esmeralda, a aquellos oscuros árboles milenarios. Deseaba plantearle preguntas al misterio sin palabras. Fue entonces que se me ocurrió la idea de fijar la ubicación de aquel pueblo antiguo y de aquellas termas en el Google Maps de mi celular, para tener más tarde las coordenadas de referencia. La respuesta en la pantalla de mi dispositivo fue abrumadora: "TIEMPO CERO - DISTANCIA INFINITA", fueron las palabras que leí.

Desperté en mi cama, sabiendo que en alguna parte aquellas casas antiguas e inaccesibles continuaban existiendo, y que muros adentro permanecía el misterio y alguna imprecisa forma de vida. Miré la pantalla de mi celular, que extrañamente se hallaba al alcance de mi mano. Consulté el historial del Google Maps, y pude verificar que, por supuesto, estaba vacío. En determinados casos resulta infructuoso confiar la suerte a las nuevas tecnologías.




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