lunes, agosto 30, 2021

Sueño 210830

Entro al Teatro Colón. Aunque en realidad no entro yo; aunque sí... Empecemos de nuevo: se ha filmado una película en el Teatro Colón. Una película de acción, con policías, patrulleros y soldados vestidos con uniformes de camuflaje. Yo estoy viendo esa película, pero al mismo tiempo me encuentro adentro de la acción. De hecho pienso que estoy exactamente en el lugar que ocupó en su momento el camarógrafo. Veo lo que vio el ojo de la cámara. En este momento, concretamente, observo la espalda del soldado que avanza justo delante de mí. Hay un auto de policía que se acomoda a un costado. Pienso en los pisos del teatro, si no se habrán arruinado con el ingreso de los vehículos, que de algún modo han accedido hasta el hall de entrada. A quién se le ocurre usar una sala de conciertos como el Colón para esto, me pregunto. 

Me distraigo observando los fastuosos techos del edificio. Me doy cuenta de que de alguna manera me estoy resistiendo a seguir el punto de atención que quiso imponer el camarógrafo, y siento un impreciso agrado hacia mi gesto de rebeldía. Procuro entonces probar algo más arriesgado: intento desentenderme por completo del punto de vista de la cámara. Quiero desplazarme por el lugar librado a mi voluntad. No seguir los pasos guionados, esos que marcó en su decurso la cámara, sino elegir mi propio punto de vista. Hacer mi propia exploración de aquel espacio. Curiosamente consigo hacerlo. Primero amago un par de veces ir por un lado para luego terminar yendo por otro. Hasta que al fin me despego por completo de los soldados y la película, para perderme por un costado. Cambia la historia: ahora se trata de mi propio guión, el que yo defino.

Elijo centrar mi atención en algunos personajes secundarios que deambulan por allí, que a partir de mi voluntad se convierten de pronto en principales. Escucho conversaciones ajenas, fijo mi atención en cosas que de no ser por mi caprichosa mirada acaso no tendrían ninguna entidad. Me siento al costado de una mesa redonda. Se acerca la chica encargada de servir y me pregunta qué puede ofrecerme. Le digo que no tengo plata, que me estoy soñando y que no tengo ni una moneda en mis bolsillos. Lo gracioso es que tengo conciencia de soñarme unos pantalones con unos bolsillos; no sé por qué no se me ocurre soñar de paso unas monedas, y listo. De todos modos ella me dice que no importa y me trae un café, que bebo con agrado. En ese momento una niña que pasaba cerca se suelta de la mano de su madre, se detiene delante de mí, me observa y luego me saluda. La miro durante un instante y entonces le digo: "Acordate de este momento. Estás viendo al hombre que te soñó, mientras se sueña a sí mismo."

Me despierto.

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