domingo, septiembre 19, 2021

Rituales

Ayer me tocó participar de una misa. Si bien he sido bautizado en la fe católica, me reconozco más bien como un agnóstico. Intuyo que quizás haya algo del orden de lo divino más allá de nuestra limitada experiencia humana; pero creo que ninguna religión es más que la ingenua expresión de una serie de fantasías diseñadas para dar una esperanza a los hombres, en el mejor de los casos, o convertirlos en seres miserables, en el otro extremo. Como suele sucederme en cada ocasión en que participo de un ritual religioso, lo hago con mucho respeto, pero sintiéndome al mismo tiempo un extranjero. 

No obstante lo dicho, reconozco que en ocasiones soy capaz de apreciar algo que surge en medio de estos rituales, ese algo que apunta a lo trascendente, cualquiera sea el nombre que cada quien desee darle, que me resulta atrayente, que me impulsa a desear de alguna manera ser parte, al mismo tiempo que procuro mantener mis distancias. Esta contradicción forma parte de lo que soy, he sido y seguramente seré. Es probable que el concepto mismo de comunión tenga algo que ver con esta inclinación ambigua.

Algunos de mis amigos comulgaron. Yo no, pues recordé que para participar de esa parte del rito es necesario haber pasado antes por una purificación, que se da en este caso a través de una confesión, algo que por supuesto yo no había hecho. Esta purificación está presente en la mayoría de los rituales que conozco: sin este requisito no es posible alcanzar el estado de elevación que se persigue. Imagino esta purificación como el retorno a un estado de inocencia. Y es aquí que, como buen agnóstico declarado que soy, esta mañana me di cuenta de repente de que hay rituales de purificación en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Y que todos ellos tienden a lo mismo, a salirnos de los límites que habitualmente nos contienen, para acercarnos a algo más. O a alguien más. Hay purificación en el simple acto de detenernos a sentir una brisa, o el calor del sol, o al contemplar crecer una brizna de pasto. También hay purificación en el encuentro sincero con otro ser humano, en un abrazo, en la compasión, o en el amanecer junto a la persona que se ama.

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