Marco Denevi escribió una vez un breve texto, que lleva por título "La Invención de la Escritura". Por alguna razón hoy se me ocurre transcribirlo aquí:
El Paraíso era eterno. Adán y Eva, pues, no vivían en el Tiempo sino en la Eternidad, donde no hay un Antes, un Ahora ni un Después.Hoy vuelvo a leer este texto y me digo que tiene mucho que ver con las dos primeras anotaciones realizadas más abajo en este blog. La verdad es que no sabría explicar bien cómo, ni por qué. Pero la relación existe. Tal vez tenga que ver con el hecho de que las palabras jamás son inocentes. O con que un blog (que por lo general se articula a partir de las palabras) no es finalmente sino una de las formas posibles de llevar adelante un diario personal. O con la evidencia de que el tiempo pasa demasiado rápido, para todos. Y el paraíso... eso lo hemos perdido hace rato.
Hasta que Adán, acaso de puro aburrido, inventó la escritura. Y Eva aprendió a leer y escribir. Entonces (lo cual es un error de léxico, porque en la Eternidad tampoco hay un Entonces) se le ocurrió la idea, tan femenina, de llevar un diario íntimo.
Eva escribía: "Adán come una manzana verde con tres pintas coloradas. Yo cazo una mariposa azul que tiene en las alas unos círculos amarillos". Conjugaba los verbos en tiempo presente, porque en la Eternidad no hay Pasado.
Leía en voz alta lo que había escrito y Adán volvía a ver mentalmente aquella manzana con las tres pintas rojas, Eva recordaba la mariposa azul con redondeles de oro.
Hubo así una Eternidad ya fija en las letras del alfabeto inventado por Adán, una segunda Eternidad de manzanas sin comer y mariposas sin cazar, y entre ambas un instante fugaz en el que Eva escribía.
Entretanto, Adán y Eva habían empezado a envejecer y la Eternidad del Paraíso se disolvía lentamente en la niebla del Tiempo.
3 comentarios:
Acabo de volver de un concierto del Coro Nacional de Jóvenes, en la Parroquia del Rosario, a cuatro cuadras de mi casa. Antes de entrar esperé a que terminase la misa. Me molestó imaginarme dentro del templo durante la celebración. Nada tengo contra quienes creen en la Iglesia, que también yo creo en mis propias cosas; pero no tenía ganas de formar parte de eso.
Luego sí, entré. Muy poca gente. Poca para la misa, y menos para el concierto. En cualquier shopping, en ese mismo instante, seguro que había más personas, incluso sin dinero en sus bolsillos para gastar. Watching center...
Pero vamos a lo importante: Monteverdi, Barber, un arreglo de Vinicius de Moraes... El concierto fue breve. Pero suficiente para estremecerme y volver a recordarme esa frase que de seguro repetiré mucha veces en el correr de este blog: "Sólo el arte podrá redimirnos". La belleza de esas voces, integradas, cantando todas ellas juntas, armónicas, me llevó a decirme que después de todo tal vez nos quede todavía una luz de esperanza. Hemos perdido el paraíso, y hace rato. Pero tal vez todavía podamos recuperar algún lote pequeño. "Entre el espanto y la ternura", dice la letra de una canción que solía gustarme tanto. Entre el espanto y la belleza, me dije yo hace nada más un rato.
Así estamos. Tal vez el arte todavía pueda redimirnos. Vale la pena hacer el intento. Al menos, probar nos hará bien al alma.
Hola:
Estoy de acuerdo con vos: mientras disfruto de una orquesta me olvido del mundo y me siento en un extasis de efimera felicidad. Tal vez ese pequeño lote de paraiso sea eso.
El tiempo pasa demasiado rapido para todos...cuando no añoras el paraiso perdido.
Buen escrito. Me lo apunto.
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