Hace algún tiempo alguien me pasó este texto, con el cual hoy vuelvo a toparme, firmado por Carlos G. Vallés, extractado de un libro que se titula Dinámica de las relaciones humanas:
"Ser vulnerable no es ser débil. Al contrario, sólo una persona firme y madura puede permitirse conocer su propia vulnerabilidad, aceptarla y dejar que se sepa. La persona débil oculta su debilidad, evita los ataques y erige defensa para protegerse y poder huir. Una armadura pesada siempre esconde un carácter débil.
"Durante mis estudios de matemáticas tuve ocasión de observar a profesores de todo tipo. El mejor de todos ellos era un verdadero sabio en la materia, lo sabía todo y lo entendía todo, era genial en sus demostraciones y encantador en sus constantes equivocaciones al hacer los cálculos más sencillos. Recibía de buena gana cualquier sugerencia. Sabía la asignatura y más, y sabía que sabía, y sabía que nosotros sabíamos que sabía, y eso le permitía mostrar abiertamente su ignorancia llegado el caso, en vez de tratar de disimular un error con falsos pretextos. Era abiertamente vulnerable, y lo era precisamente porque estaba seguro de sí mismo.
"La confesión de vulnerabilidad nos abre a relaciones amistosas con otras personas, ya que ellas son tan vulnerables como nosotros. En la debilidad se esconde la fuerza, y éste es el principio de salvación en todos los órdenes. Ser vulnerables quiere decir confesar sentimientos, admitir que no somos indiferentes a la alabanza o al desprecio, a la comodidad o a la molestia, al éxito o al fracaso; quiere decir revelar el mal humor así como el bueno, y saberse y declararse víctimas de la envidia y el enfado y el desánimo y la ansiedad. Ser vulnerable quiere decir que no siempre nos sentimos felices, no siempre estamos de buen talante, no siempre nos dominamos, no siempre estamos seguros de lo que hacemos o de porqué motivo lo hacemos. Ser vulnerable quiere decir ser humano."
Me reconozco altamente vulnerable, aunque no seguro en mi mismo. De hecho mi inseguridad es parte de mi vulnerabilidad, supongo. Esto por un lado.
Por el otro, recuerdo haber leído que los delfines, cuando quieren mostrarse amistosos con otros de su misma especie, nadan con la zona ventral hacia arriba. Y esto así, porque el vientre de los delfines es muy vulnerable, y un golpe o una mordida de otro animal en ese lugar podria ser mortal. El delfín se ofrece para mostrar que no tiene intenciones agresivas. Es como el gesto humano de palmas abiertas hacia arriba, para mostrarse desarmado. Gesto del cual deriva el más urbano apretón de manos. Mostrarse vulnerable es una actitud similar. Es un modo de ofrecerse.
Pero no solemos mostrarnos vulnerables. Y me pregunto si es sólo por lo que dice Vallés. O si no será también porque no logramos ver en el otro algo diferente de un adversario. Sería triste llegar a una conclusión semejante. Y lo curioso es que de nosotros mismos depende, en gran medida, que así sea o no.
1 comentario:
Dos reflexiones adicionales.
La primera es que en mi condición de docente me confieso preocupado por esa tendencia que lleva a ver en el otro (el estudiante en el profesor, el profesor en su discípulo) a un oponente, en lugar de un aliado. Triste modo de ver las cosas.
Y la segunda, volver a renegar de esa triste tradición machista, todavía arraigada culturalmente entre nosotros, que remite al mandamiento tanguero de que "un hombre no debe llorar". Tremenda estupidez, en la cual pensaba hace un rato, mientras lloraba de emoción al ver a mi hija comenzar su sexto grado. Porque, en efecto, soy de esos hombres que lloran, y mucho. Y hasta mi hija me reta cada tanto, cuando al final de una película medio triste se me pianta un lagrimón. No me importa. Que se sepa: soy un ser humano. (Snif...)
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