miércoles, octubre 27, 2010

Metáforas

Según el diccionario de la Real Academia, una metáfora consiste en el traslado del sentido literal de una voz a otro sentido, ahora figurado, en virtud de una comparación tácita. Ofrece algunos ejemplos: Las perlas del rocío; la primavera de la vida... También dice que puede tratarse de la aplicación de una palabra o expresión a un objeto o concepto al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto, distinto del primero) y facilitar de este modo su comprensión. Por ejemplo, si uno dice que el átomo es un sistema solar en miniatura.

En definitiva, una metáfora podría definirse entonces como el uso por el cual una cosa pasa a ocupar funcionalmente el lugar de otra, que en realidad es algo diferente.

Pero entonces el problema de la metáfora adquiere un perfil cuasi filosófico, que bien podría plantearse en los siguientes términos: si dos cosas son distintas, pero al mismo tiempo sustituibles en definitiva la una por la otra, ¿hasta qué punto tiene sentido seguir sosteniendo que son cosas diferentes?

Recuerdo en este punto la lección de un maestro que sostenía que esas palabras que alegremente solemos categorizar como sinónimos en realidad jamás significan con exactitud lo mismo unas y otras. Cada palabra tiene un matiz que es único y en todo caso somos nosotros quienes sabemos o no distinguirlo. Pasados tantos años desde aquella clase que todavía recuerdo, hoy yo estaría dispuesto a ir incluso más lejos, para afirmar que una misma palabra, dicha por diferentes personas, tiene sentidos diversos. E incluso una misma expresión, puesta en boca de una misma persona en dos momentos diferentes de su vida, una vez a la mañana y una segunda vez a la noche del mismo día, por ejemplo, quieren decir cosas diferentes.

Pero no quisiera irme de tema: hablábamos de las metáforas. Y el punto es que estamos tan acostumbrados a recurrir a ellas, que no solemos tomar en cuenta que en definitiva las metáforas no son sino una forma más o menos poética del engaño. Pero siempre son un engaño, al fin y al cabo. El futuro no se ubica adelante, ni el pasado está atrás. Estar mal no siempre se relaciona con estar abajo (de lo contrario la gente no haría buceo, ni los amantes se pondrían uno encima del otro), y estar arriba no siempre significa estar mejor (lo sabe cualquier persona atrapada en el piso alto de un edificio durante un incendio). No toda evolución es algo positivo (basta pensar en el triste ejemplo de un tumor). La lista de ejemplos podría extenderse, pero seguramente sería en vano hacerlo.

De todos modos, el engaño más grave que suele generar la metáfora es el que ya se ha venido insinuando desde el primer párrafo de estas líneas: No existe absolutamente ninguna cosa en el mundo que pueda ser cambiada por otra sin más, como si se tratara de lo mismo. Por más que lo pretendamos, nunca nada es lo mismo.

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