martes, abril 07, 2015

El microcuentista

Por una vez, todos los críticos estuvieron de acuerdo: había desaparecido un verdadero talento, un orfebre de la palabra, un artesano de la literatura, que había tenido el coraje de renunciar a los formatos más tradicionales vinculados a las letras, frecuentados hasta el cansancio por novelistas, cuentistas, ensayistas y cronistas de la más diversa cepa, para concentrarse en el cultivo de un arte harto más sutil: el microcuento. Augusto José Darriba había fallecido tempranamente, dejando tras de sí un cúmulo de ideas, desarrolladas todas ellas en su mínima expresión. Allí donde otros autores hubiesen abordado escritos monumentales, él resolvía con unas pocas líneas una historia, un pensamiento, un mundo. El poder de síntesis de este gran escritor -decían sus obituaristas- lo había llevado a despreciar la posibilidad de consagrarse en rubros literarios habitualmente considerados mayores. Lo que no sabían estos críticos es que en realidad Augusto José Darriba hubiese sido de muy buen grado novelista. De hecho, ese había sido durante toda su vida, secretamente, su mayor deseo. Pero por más empeño que puso, jamás logró redactar un texto que tuviese, título incluido, más de ciento noventa palabras.

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