sábado, mayo 21, 2016

Sueño 160521

La sensación ha sido horrible. Estremecedora. Estaba soñando, vaya a saber con qué estupideces. Quiero decir: recuerdo algunas imágenes sueltas, inconexas, pero sé que toda la noche estuve soñando con cosas sin demasiado sentido ni argumento. Esos sueños tontos, que se traban todo el tiempo, que no avanzan, que en algún punto molestan precisamente por eso, porque no avanzan, porque no van a ninguna parte. Y después he soñado con algo estúpido, pretendidamente gracioso. No recuerdo qué haya sido, pero me he despertado riendo. Riéndome ya no recuerdo de qué estúpida cosa. Pero entonces ahí, justo en el filo del despertarme del sueño, sucedió. Todavía estaba dormido y riéndome. Despertándome a causa de mi propia risa. Cuando algo adentro del sueño me plantó cara a cara, con una aparente lucidez espantosa, ante la vacuidad de la intrascendencia. El sinsentido. La futura desaparición de quien no deja ningún rastro. La soledad total. El abismo. Y me desperté justo para descubrirme en el momento en el cual la risa pasaba a convertirse en agitación, en angustia, en llanto. Tengo todavía el pecho estrujado. Respiro con dificultad. ¿Ves? A esto es a lo que le tengo miedo. A la vacuidad de la intrascendencia. A este vacío que buscamos llenar como podemos, con lo que tenemos a mano, pero que no se llena no se llena no se llena nunca. Y nos negamos esa verdad, por supuesto. Pero la muy hija de puta nos asalta a veces en sueños. Me levanto. No porque ya haya descansado lo suficiente. Sino porque de pronto me da miedo volver a dormir otra vez.

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