martes, agosto 09, 2016

Carpe Diem

Diez años, dijo el médico.
Puede que alguno más, tal vez.
Dicho así parece mucho, es cierto,
sobre todo para un hombre que
ya ha alcanzado los ochenta.
Hagamos la cuenta y son
tres mil seiscientos cincuenta días.
Aunque he de corregirme:
tres mil seiscientos cuarenta y nueve,
pues esto sucedió ayer.

Miro una fotografía de mi padre,
todavía joven, esperanzado,
vivaz y repleto de futuro.
Me impresiona darme cuenta:
en esa foto él tiene menos edad
de la que yo tengo ahora mismo
y comprendo una vez más que
al fin y al cabo una década es nada,
Nada sobre todo comparada con
la nada eterna que nos aguarda.

Tengo casi cincuenta años, dijo ella.
Y la gente suele morirse a los setenta,
así que me quedarían veinte por delante.
Dicho así parece mucho:
son todavía veinte cumpleaños,
veinte pascuas, veinte navidades,
veinte de cada cosa que pasa en un año.
Sin embargo también es poco y nada.
Nada comparado con la eternidad
de nada que nos espera después.

Entonces qué hacer,
si lo único que tenemos
es este día fugaz que se pasa.
Detente instante, eres tan bello...
No era vano el deseo de Fausto.
Intentar capturar el momento
vivirlo plenamente, disfrutarlo,
eso es lo único que nos queda.
El ahora mismo.
El mientras tanto.

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