lunes, mayo 18, 2020

Diario de cuarentena

Hoy recibí un correo electrónico en el cual me invitaban a participar de un "diálogo virtual" (tal fue la expresión que decidió usar el autor del referido correo) sobre tecnología y... En realidad -lo compruebo una vez más ahora mismo- el texto del mail prosigue diciendo: "...sociedad en tiempos de pandemia". Pero de alguna manera me empeciné en leer, sin darme cuenta del equívoco y de manera sistemática, una vez y otra, "soledad". Me digo que no puede ser casual. Que evidentemente se trata de un signo de los tiempos que nos toca vivir. La soledad, la tecnología que de un modo u otro la disimula, pero sin erradicarla, y la flacidez con que hemos resignado nuestras libertades individuales, acobardados por la tan temida pandemia, que se hace visible en las tristes máscaras detrás de las cuales hoy ocultamos nuestros rostros.

En efecto, las libertades individuales han sido las víctimas más notables de esta pandemia que se manifiesta, como una circunstancia inédita, a nivel mundial. Con una cantidad de víctimas abrumadora, según nos dicen los medios, y al mismo tiempo escasa, si la comparamos con otras tragedias peores, consecuencia directa del obrar de otros seres humanos. Y lo notable es cómo el miedo nos ha llevado a renunciar a dichas libertades, prácticamente sin resistencia. Entre tanto, nos conducen a vivir a las pantallas. Y nosotros vamos, mansos, incautos, casi se diría felices.

Es precisamente en una pantalla donde leo que alguien, parafraseando a Borges, y quizás también un poco a Kafka, escribe lo que se me antoja una especie de graffiti electrónico, que yo mismo vuelco en mi muro -otra pantalla- traducido a mis propias palabras:

"Otario comprende, justo antes de morir, que desde el principio ha sido condenado, que le han permitido el balcón, el zoom y netflix, sencillamente porque ya lo daban por muerto. El guardián, casi con desdén, cierra la puerta."

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