martes, octubre 26, 2010

Más sobre el amor

Otro parcial, y de nuevo el tema del amor. En este caso se trata de una estudiante que descree de la postura de Jean Paul Sartre y de su mirada del amor como una relación bélica. La estudiante dice que lo bélico puede estar, acaso, en el deseo de posesión del otro. Pero plantea la posibilidad de una entrega total, desinteresada y generosa, atravesada por una confianza en la cual nada se oculte, sin vergüenzas ni reproches, marcada por una libertad total.

Le respondo que su mirada es utópica. Que la agresividad latente en cualquier forma del amor reside en la objetivación que los amantes hacen cada uno respecto del otro. Que jamás nadie se enamora de ninguna otra persona, sino apenas de una idea, de una proyección imaginaria que el enamorado caprichosamente construye en torno de lo que el otro supuestamente es. Y la agresión, entonces, reside en el hecho mismo de desconocer e incluso negar la realidad de ese otro, del cual uno dice estar enamorado, reemplazándolo inevitable y egoístamente por esa idea, que en realidad el otro no es.

4 comentarios:

Vanina dijo...

¿Qué es el amor? es un sentimiento, entonces, en principio, debe ser sentido y no razonado...
La mirada de tu alumna es utópica? puede ser...no existe la media naranja, el otro complementario, si así fuera sería demasiado lindo al principio y demasiado corto (porque todos nos aburriríamos de inmediato de ser tan absurdamente felices todo el tiempo).
Lo que sí rescato del pensamiento utópico es que debemos construir un camino para tratar de comprendernos, conocernos, tolerarnos y amarnos cada vez más aceptando al otro y no queriéndolo cambiar todo el tiempo a un ideal que no existe.
Ojo, el límite de la idealidad y la realidad (es real la realidad?)depende de nosotros, es decir, no podemos negar la realidad y vivir con nuestro ideal de lo que el otro es y desconocer lo que el otro en realidad es (perdón por el trabalenguas)...
Además, creo que nunca terminamos de Ser, siempre cambiamos, la vida es dinámica y aunque no nos demos cuenta vamos adaptándonos a nuevas vivencias que nos hacen mutar permanentemente. He dicho!

Anónimo dijo...

Y hasta que me digné aparecer. Ocurre que mi vida, en este momento es un continuo suceder de obligaciones y que, cuando tengo un ratitito, lo único que se me cruza por la cabeza para descargar, es hacer música. No obstante, a estas horas la música es acallada por gran variedad de improperios que convencen a cualquiera de detenerse y me dije "¿qué mejor momento que este para responderle a mi querido profesor?". Tildás de utópica mi mirada respecto del amor, aprovecho para agradecer la defensa que de mi utopía se hace más arriba, y procedo a exponer mi respuesta.
Estoy de acuerdo en que la agresividad se centra específicamente en la objetivación que los amantes hacen "cada uno respecto del otro", pero me hace ruido lo que aclarás unos renglones después cuando decís "la agresión, entonces, reside en el hecho mismo de desconocer e incluso negar la realidad de ese otro, del cual uno dice estar enamorado, reemplazándolo inevitable y egoístamente por esa idea, que en realidad el otro no es". Ahora bien, si esta reacción, esta construcción que uno hace del otro (constantemente, no se me ocurre cómo uno puede hacer esto respecto sólo de su amante, justamente una persona que logra ocupar un lugar de importancia preponderante y no así de los demás), responde a una cuestión natural en el ser humano, algo que uno inconscientemente realiza, ¿cómo puede esto ser un acto egoista? ¿cómo puede uno evitar lo que deconoce o, mejor aún, lo que no puede evitar? ¿cómo puede lo inevitable ser egoista? Y si, una vez que uno cae en la cuenta de que ha realizado una construcción del otro intenta reconocer aquello que antes era incapaz de ver ¿dónde está el egoismo? Resulta, incluso, heroica esa búsqueda, esa lucha inútil por encontrar a ese otro real que el mismo otro intenta mostrarnos (y que, a la vez, puede ser una construcción que el otro hace de sí) o bien, nos muestra. ¿No es, entonces, esta lucha la que vale? Es decir, muchos reconocen que la idea que uno se hace del otro resulta más real que la realidad misma (lo he comprobado luego de realizar las entrevistas)pero, conscientemente, buscan deshacerse de esa idea con el objeto de encontrar la realidad. De seguro no encontrarán más que una nueva construcción, pero no podría tomar por egoista o agresiva una actitud que, reconociendo sus limitaciones, intenta cruzarlas persiguiendo un objetivo de amor.
Por otro lado, el reconocimiento y aceptación de los defectos del otro (¿son estos defectos también construcción nuestra?), creo que fortalecen mis argumentos.
Me gusta pensar que uno puede vivir el amor desde un lugar, una postura en la que dos individualidades eligen compartir sus vidas. Tal vez, consecuencia de esta mirada que llamás utópica, sea mi situación de desencuentro actual.

La estudiante utópica dijo...

Y hasta que me digné aparecer. Ocurre que mi vida, en este momento es un continuo suceder de obligaciones y que, cuando tengo un ratitito, lo único que se me cruza por la cabeza para descargar, es hacer música. No obstante, a estas horas la música es acallada por gran variedad de improperios que convencen a cualquiera de detenerse y me dije "¿qué mejor momento que este para responderle a mi querido profesor?". Tildás de utópica mi mirada respecto del amor, aprovecho para agradecer la defensa que de mi utopía se hace más arriba, y procedo a exponer mi respuesta.
Estoy de acuerdo en que la agresividad se centra específicamente en la objetivación que los amantes hacen "cada uno respecto del otro", pero me hace ruido lo que aclarás unos renglones después cuando decís "la agresión, entonces, reside en el hecho mismo de desconocer e incluso negar la realidad de ese otro, del cual uno dice estar enamorado, reemplazándolo inevitable y egoístamente por esa idea, que en realidad el otro no es". Ahora bien, si esta reacción, esta construcción que uno hace del otro (constantemente, no se me ocurre cómo uno puede hacer esto respecto sólo de su amante, justamente una persona que logra ocupar un lugar de importancia preponderante y no así de los demás), responde a una cuestión natural en el ser humano, algo que uno inconscientemente realiza, ¿cómo puede esto ser un acto egoista? ¿cómo puede uno evitar lo que deconoce o, mejor aún, lo que no puede evitar? ¿cómo puede lo inevitable ser egoista? Y si, una vez que uno cae en la cuenta de que ha realizado una construcción del otro intenta reconocer aquello que antes era incapaz de ver ¿dónde está el egoismo? Resulta, incluso, heroica esa búsqueda, esa lucha inútil por encontrar a ese otro real que el mismo otro intenta mostrarnos (y que, a la vez, puede ser una construcción que el otro hace de sí) o bien, nos muestra. ¿No es, entonces, esta lucha la que vale? Es decir, muchos reconocen que la idea que uno se hace del otro resulta más real que la realidad misma (lo he comprobado luego de realizar las entrevistas)pero, conscientemente, buscan deshacerse de esa idea con el objeto de encontrar la realidad. De seguro no encontrarán más que una nueva construcción, pero no podría tomar por egoista o agresiva una actitud que, reconociendo sus limitaciones, intenta cruzarlas persiguiendo un objetivo de amor.
Por otro lado, el reconocimiento y aceptación de los defectos del otro (¿son estos defectos también construcción nuestra?), creo que fortalecen mis argumentos.
Me gusta pensar que uno puede vivir el amor desde un lugar, una postura en la que dos individualidades eligen compartir sus vidas. Tal vez, consecuencia de esta mirada que llamás utópica, sea mi situación de desencuentro actual.

Germán A. Serain dijo...

Respondo: A Vanina, que no se trata de aceptación, ni de comprensión, ni de que el otro sea o no quien te hará finalmente feliz. Se trata del hecho de que no nos enamoramos de alguien real, sino de una representación imaginaria que construimos nosotros mismos de ese otro, en nuestra mente y en nuestra sensibilidad. No negamos la realidad, pero la realidad se nos escapa, la desconocemos, y desconocemos el hecho de que la desconocemos. Entonces, pretendemos que el otro es quien nosotros sentimos que es, y de este modo es inevitable que al mismo tiempo le estemos negando su derecho a ser quien realmente es. No es una operación conciente, ni razonada, y creo yo que ni siquiera resulta evitable.

Y a mi querida estudiante le digo que tiene razón, que no hacemos esto sólo con nuestros amantes, sino con cada una de las entidades que nos rodean, y a veces hasta con nosotros mismos. Sólo que en el caso del amor las consecuencias de esta confusión suelen ser más importantes, por eso de que el amor es ciego y porque solemos poner mucho en esas relaciones, precisamente por el lugar de importancia que ocupan en nuestras vidas. ¿Si lo inevitable puede ser al mismo tiempo egoísta? Tal vez sea una cuestión retórica. Definamos egoísmo y veremos. Pero en términos de Sartre sí, todo esto resulta inevitablemente agresivo. Pero agresivo en el mismo sentido en que Simone de Beauvoir, la pareja de Sartre, decía que la muerte, aún si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.