Subo al auto, enciendo la radio. En la radio suena la Balada Nº 1 de Chopin. No es ninguna sorpresa: yo mismo la he programado. Pero entonces, sencillamente, no logro contener las lágrimas. ¿Es la belleza de la música lo que me hace llorar? ¿Es la inevitabilidad de la existencia? ¿O acaso es algo más que no llego a discernir? No tengo ninguna respuesta. Me limito entonces a dejarme ser, del modo en que me sale, mientras me digo, eso sí, que esa música es tan bella, en el instante en que suena, que justifica el seguir vivo.
lunes, mayo 27, 2013
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