jueves, diciembre 07, 2017

Deconstrucción

El niño sueña, ensimismado,
con sus ojos bien abiertos.
Sueña que da un gran salto,
que salta y que vuela,
siente el aire frío en la cara,
y entonces tiembla.
No importa cuántos años pasen,
en el fondo siempre seremos
como un niño asustado
que ante lo desconocido siente miedo
y especialmente ante el fantasma
de la orfandad definitiva.
El niño sabe que contar ficciones
es un recurso para eludir sus miedos,
así que arma historias en su cabeza
y las anota en un cuaderno
que esconde bajo siete llaves.
Pero también presiente el pasaje
que borra a veces el límite
de la fantasía convertida en acto.
Entonces -de nuevo- tiembla.
Para no sentirse solo,
este niño, ya no tan niño,
canturrea una canción
cuyo sentido en parte se le escapa.
No presta atención a lo que dice,
no es sino una melodía más,
no son sino palabras huecas,
vaciadas de contenido.
Murió a contramano
entorpeciendo el tráfico -canta,
y entonces de repente se escucha
y comienza a comprender
y con los ojos abiertos sueña
y siente el viento frío en la cara
y no sabe si llega a sentir miedo
pero entonces tiembla de nuevo,
por última vez, y luego sí,
la orfandad es definitiva,
pero ya no importa.

No hay comentarios.: