domingo, diciembre 31, 2017

Hasta que la sal del mar

Ahora de repente llueve.
Copiosamente llueve.
Bendita sea esta lluvia,
que viene a recordarnos
como si fuese una metáfora
que una redención acaso
es todavía posible.
Aunque haría falta tanta lluvia
para lavar todo lo que necesita ser lavado.
Cuarenta noches y cuarenta días
de lluvia serían necesarios,
una lluvia interminable,
hasta que la sal del mar se disolviera
en el agua nueva
y no quedaran rastros
de suciedad en las almas.
Yo pienso en mí, pienso en vos,
pienso en cada uno de nosotros
y me hago preguntas para las cuales
quizás no existan respuestas.
La lluvia salpica mi rostro
y unas gotas se deslizan
hasta el borde de mis labios.
Siento un curioso regusto salado.


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