jueves, diciembre 07, 2017

Todo lo sólido...

Solemos pensar que la vida de los demás
es casi siempre menos penosa que la propia.
Sin embargo, lo cierto es que todos todos todos
todos estamos destinados a morir:
el hombre que conduce aquel micro
y cada uno de sus pasajeros
y el policía que recorre las calles
y esa pareja que ha descubierto el amor
y ese hombre que parece apesadumbrado
y cada uno de los chicos que asisten a esa escuela
y también sus padres, y sus maestros,
y ese bebé que duerme en brazos de su madre
y aquel anciano que simplemente espera
su destino, que es el destino de todos.
Entonces, por qué preocuparse
porque hayas perdido un trabajo
por un examen reprobado
por un sueño incumplido
si al fin todo es una fantasía.
Por qué angustiarse por asuntos vanos
o pretender precipitar el momento
de todos modos inevitable.
Habrá quien quiera arrebatarle
la fatal decisión al destino
respecto del cómo dónde cuándo:
si no podemos ser dueños de nuestra vida
tengamos al menos potestad
sobre nuestra muerte.
Y sin embargo
si nadie ha de permanecer
tampoco ese pretencioso gesto importa.
Quien no le tema al último final
será capaz de aguardar otro mañana.
La cuestión es que no hay un final feliz posible.
Solo tenemos el mientras tanto.
Fuera de ese fugaz momento,
todo está destinado a disolverse en la nada.

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