martes, diciembre 05, 2017

Y acaso no importe

No deja de ser curioso, pero si nos detenemos a pensar un poco en la cuestión, la muerte es algo puramente imaginario. Ya sea que le temamos o que la persigamos. No quiero decir que no sea real que todos vamos a morir. Lo que digo es que no sabemos nada acerca de la muerte, de lo que significa realmente estar muerto, más allá de lo que podamos imaginar respecto de cómo será eso de dejar de ser nosotros. Pero entonces, cuando final y fatalmente ello suceda, ya no seremos nosotros, como para experimentar nuestra propia muerte. De manera que solo nos queda contemplar la muerte de los demás, testigos impotentes de algo que nos afecta de un modo tangencial. Pero de nuestra muerte, de eso no sabemos nada, por no haberlo experimentado todavía. Y probablemente no sabremos nada nunca. Tal vez sea eso lo que nos perturba. Que se trate de nuestra muerte, pero que no podamos experimentarla realmente, pues nosotros no estaremos allí. Como el actor de un drama o de una comedia que termina su trabajo lejos del escenario, tan lejos que no puede siquiera saber si su actuación mereció o no los aplausos del público. Como si tal cosa importara.

Y entonces la pregunta, otra vez, tan simple y a la vez tan complicada: ¿Para qué? Pero ¿es que tiene que haber necesariamente un "para qué"? Probablemente no, pero entonces sucede que el asunto entero carece de sentido. Y nosotros tenemos esa compulsión, tan nuestra, tan visceral, de necesitar un sentido para todo. Eso somos: buscadores frustrados de sentido. De un sentido evasivo, misterioso, acaso inexistente.


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