miércoles, agosto 07, 2024

Escribir, para qué.

- Un escritor tiene que escribir.
- Un escritor tiene que ser leído, cariño.

Leo este diálogo en las redes, tomado al parecer de una película, y de inmediato tiendo a tomar posición. Mejor dicho: a revisar cuál podría llegar a ser mi posición al respecto. Como siempre, descubro que tiende a estar dividida. Que supongo que todo depende de quién escriba pero, sobre todo, de qué sea lo que se escribe. Pienso, para comenzar, que no es posible ser leído sin antes haber escrito. Punto a favor de la primera posición. Pero si nadie lee, no hay quien pueda atestiguar; es el árbol que cae en medio de un bosque desierto, incapaz de producir un ruido que sea escuchado por alguien. El tema del testimonio es siempre crucial. Punto a favor de quien retruca.

Pero no es lo mismo escribir una novela, un artículo, una reseña, un cuento, un poema. Hay escritos que requieren necesariamente de un otro que sea lector. A veces es por una cuestión narcisística, la necesidad de contar con un espejo que refleje algo de lo que somos, que devuelva de algún modo el sentido de lo que se ha intentado expresar. En otras ocasiones hay un destinatario, incluso cuando el propio autor acaso lo desconozca. Pero otras veces se escribe por simple pulsión, por placer, para exorcisar demonios, para encontrar resonancias, para terminar de comprender una idea, para sentir que se ha creado algo digno de ser leído, incluso cuando solamente el propio escritor llegue a hacerlo. 

En estos casos, el escritor se disocia: es quien crea, por una parte, y por la otra es quien lee. Las dos posiciones resultan entonces válidas. El escritor escribe y se lee. Y en ambas acciones suceden cosas. Aunque para que esto sea cierto el lector-de-aquello-que-él-mismo-ha-escrito debe ser un lector de verdad, comprometido, detallista, crítico, sagaz. Esto es lo que suele fallar en la mayoría de los casos.

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